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Actualizado: 4 de julio de 2025
Volvió á tender el brazo, como poco antes, contemplando su puño cerrado. Luego sonrió, con aquella sonrisa de sus antepasados que daba á su rostro una fealdad mogólica. ¡Fábulas de la tradición, invenciones de los novelistas para halagar al público en su sensiblería igualitaria! El fuerte siempre es el fuerte.
La ferocidad igualitaria no ha manifestado sus violencias en el desenvolvimiento democrático de nuestro siglo, ni se ha opuesto en formas brutales a la serenidad y la independencia de la cultura intelectual.
Las niñas de Sobrado y García, locas de regocijo, se asieron de las manos, y empezaron a bailar en rueda, con las trenzas flotantes y volanderas las enaguas. Nisita, igualitaria como nadie, cogió el parvulillo de dos años y lo metió en el corro, donde la pobre criatura hubo de danzar mal de su grado, soltando a cada paso sus holgadas babuchas. Borrén, por hacer algo, jaleó a las bailadoras.
Desde que nuestro siglo asumió personalidad e independencia en la evolución de las ideas, mientras el idealismo alemán rectificaba la utopía igualitaria de la filosofía del siglo XVIII y sublimaba, si bien con viciosa tendencia cesarista, el papel reservado en la historia a la superioridad individual, el positivismo de Comte, desconociendo a la igualdad democrática otro carácter que el de «un disolvente transitorio de las desigualdades antiguas» y negando con igual convicción la eficacia definitiva de la soberanía popular, buscaba en los principios de las clasificaciones naturales el fundamento de la clasificación social que habría de substituir a las jerarquías recientemente destruídas. La crítica de la realidad democrática toma formas severas en la generación de Taine y de Renán. Sabéis que a este delicado y bondadoso ateniense sólo complacía la igualdad de aquel régimen social, siendo, como en Atenas, «una igualdad de semidioses». En cuanto a Taine, es quien ha escrito los Orígenes de la Francia contemporánea; y si, por una parte, su concepción de la sociedad como un organismo, le conduce lógicamente a rechazar toda idea de uniformidad que se oponga al principio de las dependencias y las subordinaciones orgánicas, por otra parte su finísimo instinto de selección intelectual le lleva a abominar de la invasión de las cumbres por la multitud. La gran voz de Carlyle había predicado ya, contra toda niveladora irreverencia, la veneración del heroísmo, entendiendo por tal el culto de cualquier noble superioridad.
Su concepción de la justicia los llevaría a substituir, en la historia, la inmortalidad del grande hombre, bien con la identidad de todos en el olvido común, bien con la memoria igualitaria de Mitrídates, de quien se cuenta que conservaba en el recuerdo los nombres de todos sus soldados.
Más de 200.000 soldados y centenares de millones de duros, no bastan para domeñar a unos cuantos negros y mulatos rebeldes. Sin duda, la civilización niveladora e igualitaria de que hemos hablado tiene de esto la culpa.
Luna, al través de sus ardores de revolucionario, no se hacía ilusiones sobre el presente. La humanidad era todavía una tierra infecta en la que se corrompían las mejores semillas, dando, cuando más, frutos venenosos. Había que aguardar a que se completase en la conciencia humana la revolución igualitaria que se había iniciado aún no hacía un siglo. Después de esto sería posible y fácil cambiar las bases de la sociedad.
Palabra del Dia
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