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Actualizado: 22 de junio de 2025
Todo el día se le pasa en averiguar si dijo bien o mal Homero en tal verso de la Ilíada; si Marcial anduvo deshonesto, o no, en tal epigrama; si se han de entender de una manera o otra tales y tales versos de Virgilio.
¡Pensar que este andrajo fué igual á la heroína de Homero en aquella tierra á medio civilizar, donde no abundan las mujeres!... ¿Qué dirían ahora los que tantas locuras hicieron por ella, si la viesen como yo la he visto?... Cuando llegó al hotel, Watson y su esposa acababan de volver de su paseo. Dos criados seguían á Celinda cargados con enormes paquetes: las adquisiciones de aquella tarde.
Y cualquiera puede resignarse a ser Teniers en compañía de Homero y de Cervantes, y del gran pintor de borrachos, mendigos y bufones.
Primero le habían apodado Schopenhauer, por la frecuencia con que citaba a su filósofo favorito; después Nietzsche; pero estos nombres eran de difícil pronunciación, y una noche que Maltrana, aislado de la realidad, osó recitar en griego algunas docenas de versos de la Ilíada, acordaron todos llamarle Homero para siempre.
Así hablaba Homero, entre las risas de sus camaradas, dejando modestamente a los grandes hombres de «la idea» que arreglasen otros problemas: el del estómago y el de la conciencia.
Y tras estas reformas insignificantes, Homero tomaba asiento en su sillón de dictador, acometiendo la gran reforma: el examen general de todos los maestros de escuela; la revisión de la mentalidad de todos los catedráticos, pero de un modo implacable, sin entrañas, como pudiera juzgar un inquisidor.
Los compañeros le recibieron con irónicas ovaciones. ¡Homero! ¡Ya está aquí el gran Homero!... ¡Salud al ilustre «tabarrista»! Y le preguntaron si traía como fruto de su soledad algún artículo de los que sembraban el pánico en los suscritores. Algunos de la redacción le habían visto paseando con Feli por el Retiro.
Y a lo que decís, señor, que vuestro hijo no estima mucho la poesía de romance, doyme a entender que no anda muy acertado en ello, y la razón es ésta: el grande Homero no escribió en latín, porque era griego, ni Virgilio no escribió en griego, porque era latino.
Cuando un crítico italiano, a fin de ensalzar a Dante, igualándole a Homero, dice que la Minerva italiana salió del mismo modo de la cabeza del vate florentino, incurre en error evidente, hasta para quien mira estas cosas del modo más superficial. La Minerva italiana estaba ya nacida y harto crecida. Toda la literatura de los romanos, de Italia era y en la memoria de los hombres vivía.
Cada uno a sus aficiones. Y el buen Homero describía, entre las risas de los compañeros, su entrada en la Biblioteca Nacional al día siguiente de la revolución, seguido de un piquete de ciudadanos. ¡A formar todo el personal! Los bibliotecarios, que le conocían por haber sostenido con él más de un altercado, esperaban su sentencia trémulos de miedo.
Palabra del Dia
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