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Actualizado: 28 de mayo de 2025


¡Y tener que pasar tan de prisa por los palacios de una tierra enana como Holanda, donde no hay holandés que no sea feliz, y viva como en pueblo grande, por su trabajo de marino, de ingeniero, de impresor, de tejedor de encajes, de tallador de diamantes; de un pueblo como Bélgica, que sabe tanto de cultivos, y de hacer carruajes, y casas, y armas, y lozas, y tapices, y ladrillos!

En los años pasados, cuando solía vivir «en pensión» con dos oficiales de artillería de ejército italiano y un holandés, estudiante de arte, en el último piso de uno de esos grandes y viejos palacios de la calle dei Banchi, la vía Fornabuoni era el lugar elegido para mi paseo matinal, porque allí se encuentra uno con todo el mundo: las damas ocupadas en sus compras en las tiendas o de paso para las bibliotecas y librerías; los hombres charlando en las aceras, hábito que pronto adquieren todos los ingleses que establecen su residencia en Italia.

Tanto se irritó y se pasmó Candido con lo que oía y lo que vía, que no quiso siquiera poner pié en tierra, y se ajustó con el patron holandés, á riesgo de que le robara como el de Surinam, para que le conduxera sin mas tardanza á Venecia. A cabo de dos dias estuvo listo el patrón.

Un intrépido marino holandés, vigoroso y frío observador, cuyos días se deslizan en el inmenso Océano, confiesa con franqueza que la primera impresión que se recibe al contemplarlo, es de miedo. Para todo ser terrestre es el agua el elemento no respirable, el elemento de la asfixia. Barrera fatal, eterna, que separa irremediablemente ambos mundos.

Hoy, aunque embarazada la navegacion por los peajes que cobra el gobierno holandes en el bajo Escalda, Ambéres ha recobrado gran parte de su antigua opulencia, gracias á la concentracion que allí se verifica respecto de casi todo el comercio marítimo de Bélgica.

Pasó con precipitación sobre los recuerdos de este período de su existencia. Un conocido de su padre, viejo negociante de Viena, había sido el primero. Luego sintió el aletazo romántico, al que no escapan las hembras más frías y positivas. Había creído enamorarse de un oficial holandés, un Apolo rubio que patinaba con ella en Saint-Moritz. Este había sido su único esposo.

Ha, ha, murmuró el holandés, treinta mil duros no le cuestan nada á este hombre; sin duda que en los dos carneros lleva inmensos tesoros: no insistamos mas; hagamos que nos pague los treinta mil duros, y luego verémos. Vendió Candido dos diamantes, que el mas chico valia mas que todo quanto dinero le habia pedido el patron, y le pagó adelantado.

Yo también marino añadió él . ¿Usted español? , español. Yo, holandés. Los dos marinos..., los dos borrachos. Buenas amistades. Después de decir esto y estrecharme la mano, el holandés se sentó a mi mesa. Bebimos juntos. El holandés era capitán de la corbeta Vertrowen.

En 1646 los holandeses intentaron la ocupación de Zamboanga, y vista la imposibilidad de ésto, el puerto de la Caldera, pero de ambas partes fueron rechazados con grandes pérdidas. En 19 de Enero del 1659 Esteibar, que recorría las aguas de la Sabanilla con dos caracoas, ataca y rinde un gran navío holandés que protegía á una escuadrilla de mahometanos.

Ya ve vm., dixo Candido á Maitin, que á veces llevan los delitos su merecido: este pícaro de patrón holandés ha sufrido la pena digna de sus maldades. Está bien, dixo Martin, pero ¿porqué han muerto los pasageros que venian en su navío? Dios ha castigado al malo, y el diablo ha ahogado á los buenos.

Palabra del Dia

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