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Actualizado: 22 de mayo de 2025


El Hilario se detuvo allí dos dias, por ver si por aquel contorno encontraba alguna agua dulce para refrescarle, pero no lo pudo conseguir; y viendo el mal estado de su compañero, y sin poderle remediar, porque no le sucediese otro tanto, determinó dejar á su compañero con bastante sentimiento, llorando tan fatal suceso, y tomó su derrota, con sus dos perros: y á los tres dias encontró una laguna pequeña rodeada de porcion de guanacos que habian consumido toda el agua, dejando solo la humedad entre el lodo, y llegó tan fatigado que se consolaba con poner la boca sobre aquella humedad, que no obstante le sirvió de algun corto alivio.

Con la nariz dilatada, los brazos extendidos, diríase que la aparición de las brigadas de caballería y fuerzas de la Guardia Civil que desembocan, unas por el camino real, otras por San Hilario, redobla su guerrero ardor, acrecienta su cólera. «No nos comerán, grita.... Vamos a tirarles piedras, a lo menos tengamos ese gusto...». Nadie quiere tenerlo.

D. Manuel de Andres de Pinedo y Arroyo, vecino y de este comercio; el Sr. D. Manuel Luzuriaga, de este vecindario; el Sr. D. Martin José de Ochoteco, Capitan graduado del ejército; el Sr. D. Ulpiano Barrera; el Sr. D. Antonio Ortiz de Alcalde; el Sr. D. Juan Canaveris; el Sr. D. Hilario Ramos, el Sr. D. Justo Pastor Linch, Contador de la Real Aduana, y actualmente su Administrador interino; el Sr.

San Pablo cortando la oreja al soldado romano por defender a Cristo, o Santiago batallando en Clavijo, eran a sus ojos mil veces más gloriosos que San Hilario proscribiendo la fuerza. Unos adoran al Señor, otros pelean por dilatar su reino en la tierra: Tirso era de éstos.

Este dia, hallándonos prontos para hacer nuestro regreso á Buenos Aires, nos juntamos todos, y proponiendo el que era conveniente se quedase alguna gente para cuidar de los animales y demas avios para el tráfico de la sal, tres de los que se hallaban presentes se ofrecieron á quedarse de su propio moto y voluntad: que el uno es nombrado Santiago Blanco, natural de Galicia, en el reino de España; otro nombrado Hilario, natural de la provincia del Paraguay, y el otro, José Gombo, natural de las Indias Orientales: que reflexionando á sus pátrias, se puede decir que se quedan en esta tierra uno de cada parte de las cuatro del mundo: porque ademas de los tres arriba nominados, se nos queda un negro de nacion Angola, que habrá veinte dias que se nos huyó, tierra adentro, y no ha vuelto á parecer.

De esta entrevista quedaron reconciliados la pitillera y el picador, que la acompañó algunas veces por la cuesta de San Hilario abajo, sin renovar sus pretensiones amorosas. El Carnaval de las cigarreras Unos días antes de Carnavales se anuncia en la Fábrica la llegada del tiempo loco por bromas de buen género que se dan entre las operarias.

Llegó pues el indio á donde estaba nuestro Hilario, haciendo juicio que el caballo era uno que se le habia perdido y lo andaba buscando: y habiéndose podido entender un poco, porque el indio hablaba en castellano, con mucho gusto lo acarició, y le dijo que se viniese con él que pronto lo pondria en Buenos Aires.

Mas interesante nos parece el diario de Amigorena, y el de Hilario Tapary, que, sin recursos y escoltado por dos perros, emprendió el viage mas largo y desastroso que haya sido egecutado hasta ahora en nuestras pampas.

Y tomando su camino, poco despues de haber anochecido, se hallaron en una toldería que era la del indio y gente del cacique Bravo, que estaba situado en el parage que llaman el Zanjon, en donde fué bien recibido, y aquella noche mataron el caballo de Hilario y fué la cena que tuvieron: y no dejó de estrañarlo, pues mal correspondia el recibimiento que le habian hecho, y el matarle su caballo.

Despues de dicho tiempo dijo Hilario que se queria venir, y le dieron un buen caballo y lo trajeron convoyado de cuatro indios hasta un fuerte que está en las fronteras de las estancias de esta ciudad, á donde le entregaron, con encargo de que le condujesen, como así se ejecutó.

Palabra del Dia

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