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Actualizado: 21 de junio de 2025
De todos modos va con su ama a visitas, a misa y a paseo, le lleva y le trae recados, y procura tenerla al corriente de cuanto pasa en el lugar. A esto de saber vidas ajenas y de murmurar, menester es confesarlo, hay una deplorable afición en las hidalgas y ricas labradoras de por allí.
Y cásese a Mari Sancha con quien yo quisiere, y verás cómo te llaman a ti doña Teresa Panza, y te sientas en la iglesia sobre alcatifa, almohadas y arambeles, a pesar y despecho de las hidalgas del pueblo. ¡No, sino estaos siempre en un ser, sin crecer ni menguar, como figura de paramento! Y en esto no hablemos más, que Sanchica ha de ser condesa, aunque tú más me digas.
Hasta los cincuenta y dos años de edad, despreciando todo trabajo como indigno de sus manos hidalgas, y viviendo exclusivamente de los censos de sus tierras y de los escudos de oro que, uno a uno, iba sacando de un cofre, llevó una vida ociosa y retirada en su posesión de Valsaín o en su «Casa de los Picos» en Segovia, sin más accidente de bulto que sus bodas con una dama de ilustre familia abulense que, un año después de casada, murió de sobreparto.
Santo nido hecho de flores y fragancias maternales de caricias, de ternuras y sedientas calenturas Por el bien de los mortales! ¡Corazón que guarda dentro el calor de las canciones que palpitan en los tristes corazones, que es altar, estuche, y centro de noblezas olvidadas y de hidalgas compasiones! ¡Ruiseñor enamorado de los cánticos del arte! ¡Corazón!
Juanita se dejó caer desmadejada en un sillón de brazos. Juana paseaba, yendo y volviendo a largos pasos en su salita, como leona en su jaula. ¡Habráse visto exclamaba mayor descoco! ¡Vaya... las mantesonas, las pu...ercas! Pues si durase aún la prohibición de seda, ¿cuál de ellas la llevaría sin contrabando? Mejores hidalgas y ricashembras nos dé Dios.
D. Fadrique era el ojito derecho de ambas señoras, cada una de las cuales estaba ya en los cuarenta y pico de años cuando tenía doce nuestro héroe. Las dos tías ó chachas se parecían en algo y se diferenciaban en mucho. Se parecían en cierto entono amable y benévolo de hidalgas, en la piedad católica y en la profunda ignorancia.
Pero uno de ellos se levantó y adelantó hasta Montiño, sujetándole por los brazos con unas fuerzas hercúleas. ¡Eh! ¿qué vais á hacer con este pobre muchacho, señor Francisco Montiño? dijo con acento socarrón ¿es de personas hidalgas querer maltratar á los amigos que se encuentran cuando se creían perdidos? Amigos ¿eh? amigos que me roban mi caudal, y juntamente con él mi mujer y mi hija.
Todos estos nobles sentimientos de V. se han empleado, durante una larga y santa vida, en lugareñas, jornaleras unas, é hidalgas ó ricachas otras, pero toscas las más, en comparación con Clara, criada en grandes ciudades, con otro barniz, con otra más elevada cultura, con mayor delicadeza y refinamiento.
Con estas tales señoras me entierren a mí, y no las hidalgas que en este pueblo se usan, que piensan que por ser hidalgas no las ha de tocar el viento, y van a la iglesia con tanta fantasía como si fuesen las mesmas reinas, que no parece sino que tienen a deshonra el mirar a una labradora; y veis aquí donde esta buena señora, con ser duquesa, me llama amiga, y me trata como si fuera su igual, que igual la vea yo con el más alto campanario que hay en la Mancha.
Palabra del Dia
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