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Hubo un silencio. ¿Y si le hiciésemos cura? exclamó la madre. Y la opinión de la buena viejecita, que era muy católica, prevaleció. Enrique Thomas entró en un seminario.

Precisamente es lo que yo pensaba dijo el duque resollando mucho para mostrar indiferencia y aplomo, que no sentía . Había imaginado que en vez de testar cada uno por su parte, hiciésemos un testamento mutuo. ¿Qué es eso? Un testamento en el cual nos instituímos mutuamente por herederos. D.ª Carmen bajó la vista al libro que traía en la mano y guardó silencio un rato.

En aquella Isla, que he contado, nos quisieron hacer Fisicos, sin examinarnos, ni pedirnos los Titulos, porque ellos curan las enfermedades soplando al enfermo, i con aquel soplo, i las manos, echan de èl la enfermedad, i mandaron nos que hiciesemos lo mismo, i sirviesemos en algo: nosotros nos reìamos de ello, diciendo, que era burla, i que no sabiamos curar, i por esto nos quitaban la comida, hasta que hiciesemos lo que nos decian. Y viendo nuestra porfia, vn Indio me dixo

Digo, en fin, que nos despedimos dél y de aquel nuestro tío que he dicho, no sin mucho sentimiento y lágrimas de todos, encargándonos que les hiciésemos saber, todas las veces que hubiese comodidad para ello, de nuestros sucesos, prósperos o adversos.

Yendo de esta suerte de un pueblo á otro, llovió una noche tanto, que otro día nos dijo que, pues no había más de una legua pequeña hasta donde iba, que hiciésemos una silla de manos y que entre los dos llevásemos á su mujer; y él y otros dos que había, llevarían el hato de la comedia, y el muchacho el tamboril y otras zarandajas.

El primero que conocí por amo fué uno llamado Nicolás el Romo, mozo robusto, doblado y colérico, como lo son todos aquellos que ejercitan la jifería: este tal Nicolás me enseñaba a y a otros cachorros a que, en compañía de alanos viejos arremetiésemos a los toros y les hiciésemos presa de las orejas.

Nosotras hacemos cigarros, ¿eh?, pues bien regular es que nos abonen lo nuestro. No, y apuradamente no es ley de Dios esa desigualdá y esa diferiencia de unos zampar y ayunar otros. Lo que es yo, mañana, o me pagan, o no entro al trabajo. Ni yo. Ni yo. Si todas hiciésemos otro tanto... y si además nos viesen bien determinadas a armar el gran cristo....

Finalmente, el acabársele el vino fue principio de un sueño que dio a todos, quedándose dormidos sobre las mismas mesas y manteles; solos Ricote y Sancho quedaron alerta, porque habían comido más y bebido menos; y, apartando Ricote a Sancho, se sentaron al pie de una haya, dejando a los peregrinos sepultados en dulce sueño; y Ricote, sin tropezar nada en su lengua morisca, en la pura castellana le dijo las siguientes razones: «Bien sabes, ¡oh Sancho Panza, vecino y amigo mío!, como el pregón y bando que Su Majestad mandó publicar contra los de mi nación puso terror y espanto en todos nosotros; a lo menos, en le puso de suerte que me parece que antes del tiempo que se nos concedía para que hiciésemos ausencia de España, ya tenía el rigor de la pena ejecutado en mi persona y en la de mis hijos.