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Actualizado: 28 de mayo de 2025
Hallabanse en nuestro exército, entre todas las tres naciones, tres mil y quinientos caballos, y quatro mil infantes, quando dexaron sus quarteles para salir á recibir al Duque. Llegaron á alojarse el primer dia en unos prados por donde atravesaba una acequia muy grande, que les ofreció un ardid y traza importante para su ruina del enemigo.
A la derecha de la última puerta del salón de lectura que se abre en la terraza, hallábanse algunas señoras sentadas en bancos de hierro: entre ellas estaban Currita Albornoz y la duquesa de Bara. Más lejos, de pie, en medio de un grupo de hombres, peroraba Leopoldina Pastor con gran vehemencia, optando por empuñar las armas y exponiendo su plan estratégico.
Hallábanse, pues, en Montevideo los antiguos unitarios con todo el personal de la administración de Rivadavia, sus mantenedores, 18 generales de la República, sus escritores, los excongresales, etc.; estaban ahí, además, los federales de la ciudad, emigrados de 1833 adelante; es decir, todas las notabilidades hostiles a la Constitución de 1826 expulsadas por Rosas con el apodo de lomos negros.
Sus negros cabellos, colocados algo bajos como los de las diosas, hallábanse algo torcidos simplemente en un rodete que caía sobre su nuca. Su cabeza, un poco echada hacia atrás, a causa de su peso, enderezábase un poco rígida en una actitud algo altiva y triunfante.
Doña Paca y Frasquito, de tanto contener el aliento, hallábanse ya próximos a la asfixia. «Han decidido, mejor dicho, decidieron o decidimos... de esto hace dos meses... señalar a ustedes la cantidad mensual de cincuenta duros como asignación provisional, o si se quiere anticipo, hasta que determinemos la cifra exacta de la pensión. ¿Está comprendido?
Hallábanse en él el excelentísimo señor don Luis Jerónimo Fernández de Cabrera Bobadilla y Mendoza, conde de Chinchón, virrey de estos reinos del Perú por S. M. don Felipe IV, y su íntimo amigo el marqués de Corpa. Ambos estaban silenciosos y mirando con avidez hacia una puerta de escape, la que al abrirse dió paso a un nuevo personaje. Era éste un anciano.
Hallábanse ambos esposos en el despacho particular del diplomático, vasta pieza decorada en otro tiempo con severa magnificencia, pero sobre la cual habían pasado los años sembrando manchas y desconchones, sombras y deterioros que la larga cesantía del magnate no había permitido hasta entonces restaurar.
Hallábanse, pues, el uno aburridísimo, el otro ideando motivos para despedir al ayacucho, y el tercero discurriendo el modo de pasar algún nombre de un papel a otro, cuando entró en el café un jefe de caballería, haciendo con el sable rastrero, con las espuelas y los tacones tan grande estrépito, que no parecía sino que un escuadrón había asaltado el establecimiento.
Pero los que bailaban con las máscaras hallábanse poco más ó menos en el mismo grado de la escala alcohólica y no se quedaban cortos en las respuestas. Solamente las mujeres estaban disfrazadas: hombres, uno que otro por excepción, acaso para llevar á feliz término alguna aventura que exigiese misterio. Las luces y el vaho de tanta gente habían formado ya una atmósfera espesa y asfixiante.
La mayor parte de estos hallábanse a la sazón en Madrid, buscando la santa perra. Sólo vio Benina una vieja, petiseca y dormilona, que parecía alcoholizada, y una mujer panzuda, tumefacta, de piel vinosa y tirante, como la de un corambre repleto, con la cara erisipelada, mal envuelta en trapos de distintos colores.
Palabra del Dia
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