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Actualizado: 29 de octubre de 2025
De pronto sonó a lo lejos una voz femenina que llamaba cariñosamente; el caballero apagó la luz, y a oscuras, andando a tientas, que es como el hombre camina hacia la felicidad, salió en busca de su mujer. Varía la decoración y son otras las personas. En un miserable sotabanco habita un matrimonio pobre.
La deidad, que es una mozárabe de ojos azules, ó una mudéjar de ojos negros, triste y descolorida en ambos casos como planta sin sol, elegante por naturaleza y por casualidad, y á quien llamaremos Amparo, habita un caserón antiguo, que da nombre á una calle ó plazoletilla poco pasajera, donde la hierba campa por su respeto.
El rio está lleno de bufeos ó delfines de una clase muy estraña que habita constantemente en el agua dulce: su piel es rosada ó salpicada de pintitas. Es una cosa que sorprende realmente el encontrar estos animales á mas de ochocientas leguas del mar, cuando las especies conocidas viven siempre en los oceanos, ó solo suben á unas pocas leguas de la embocadura de los rios.
Aquellos muros carcomidos por el tiempo evocaron en nuestra mente todo el grandioso pasado de los caballerescos siglos feudales. La raza que habita San Jacinto, es la india pura; hablan el visaya y sus moradores poseen todos los rasgos que caracterizan aquella. Son afables, fuertes y de facciones bastante buenas.
Es que no hay allí nadie más que pueda hacerlo explicó. Ni una sola mujer. Es decir, como criada, porque no falta quien diga que... Pero es falso, sin duda. No importa, sepamos lo que dicen. Pues corre el rumor de que en el castillo habita una señora. Lo cierto es que Juan tiene que servir a los caballeros que allí residen ahora. ¡Pobre Juan! No dejará de hallarse muy ocupado.
No quedó más que el amor puro, el amor satisfecho, el amor consagrado por la santa y misteriosa fuerza de renovación que habita en el seno de la naturaleza. ¡Si se hubieran conocido antes! ¡Cuántas veces se habían repetido esta frase de los adúlteros! Si se hubieran conocido antes, probablemente se hubieran separado sin sentir el más insignificante movimiento de atracción.
La quinta, en donde habita Don Juan, es presa de las llamas; Serafina, sin sentido, es salvada por su esposo, confiándola á la guarda de Don Alvaro, á quien no conoce; aléjase después para socorrer á otro, que se halla en peligro, mientras que Don Alvaro, en cuyos brazos se encuentra entonces su amada de un modo tan impensado, cede entonces por esta circunstancia al ímpetu irresistible de su amor, vencido en apariencia, puesto que la tentación es demasiado fuerte: se lleva consigo á Serafina, siempre desmayada; sube en su buque, y se hace á la vela con su víctima.
Al fin, porque convino así hacerlo, Retíranse los nuestros, que imposible Al bárbaro será en breve vencerlo, Que habita en una tierra muy terrible: Lo que es mas principal para cogerlo, Y es cosa hacedera y muy posible, Prenderles las mugeres, que prendidas Darán en trueco dellas dos mil vidas.
El Anay habita en sitios húmedos, construyendo con arcilla viviendas del tamaño de un hombre, tan duras y tan fuertes que un carabao puede pasar por encima de ellas sin que sean destruídas.
No lo sé, ave de paso, extranjero, he pasado más de una hora en la intersección de la Quinta Avenida y Broadway, con ese aire imbécil que tiene un huésped instalado en la puerta del hotel que habita, saciando mis ojos con el cuadro encantador que se renovaba sin cesar. No puedo decir que los hombres me hayan seducido tan francamente; el tipo general es de una vulgaridad aplastadora.
Palabra del Dia
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