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Actualizado: 18 de mayo de 2025
Empezaron á abrirse grandes claros en las filas de hombres con faldas que ocupaban las galerías. El sexo débil demostraba su fastidio marchándose. También se abrieron vacíos cada vez mayores en el público de las tribunas parlamentarias. Hasta Gurdilo había desaparecido, adivinando que su oposición nada podía ya encontrar de aprovechable en esta ceremonia.
Flimnap tembló en su asiento. Gurdilo iba á perder la victoria que se imaginaba haber alcanzado con su discurso. Como los defensores del gobierno hablaban de economías, la opinión se iba hacia ellos.
Gurdilo, medianamente satisfecho de su triunfo, miró á las tribunas, descubriendo al doctor Flimnap.
De pronto, Gillespie, que escuchaba ceñudo las palabras del profesor, lanzó una ruidosa carcajada. Fué el relato del discurso de Gurdilo en el Senado lo que le hizo pasar sin transición de la cólera á la hilaridad.
Vió que Gurdilo conversaba en voz baja con un viejo senador de palabra balbuciente y aspecto caduco, el cual daba fin muchas veces á las discusiones más intrincadas con una solución de sentido vulgar, conocida de todos, pero que todos habían olvidado. El anciano, después de oir al tribuno, se levantó para formular una proposición que podía satisfacer á los dos bandos.
Seguramente se habría llevado usted con sus rodillas algunos aleros, y en este momento la Universidad no está para nuevos gastos. Como Momaren es amigo del gobierno, el implacable Gurdilo se opone en el Senado á todo proyecto de aumento de nuestra subvención.
Apenas se abrieron las puertas del Senado, el profesor corrió á sentarse en la primera fila de una tribuna. Sus ojos buscaron á Gurdilo entre los senadores. ¡Simpático personaje! El orador, enjuto, verdoso y de torva mirada, le parecía ahora de una belleza extraordinaria. Ordenó el presidente la lectura de una comunicación enviada por el Consejo Ejecutivo.
Debo ser prudente, gentleman; el gobierno tal vez me vigila. Fíjese: ¡amigo de usted y amigo de Gurdilo!... Hay más de lo necesario para que me encierren en una prisión. Pero volveré; yo le traeré noticias. Cuente con que mi amigo el profesor de Física no hará nada contra usted aunque se lo mande el gobierno.
Flimnap, que era el único que sabía lo que el orador pensaba decir, se estremeció considerando lo difícil que resultaba su trabajo. ¿Llegaría á exponer con habilidad, y sin que el público protestase, todo lo contrario de lo que había afirmado dos días antes?... Su confianza renació al ver la calma con que empezaba á hablar Gurdilo.
Era Gurdilo, el célebre jefe de la oposición al actual gobierno: una hembra alta, desprovista de carnes, con el cutis avellanado como si fuese de correa, y unos tendones gruesos y tirantes que se marcaban en el cuello, en los brazos y en las demás partes visibles de su cuerpo.
Palabra del Dia
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