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Varias veces me hizo también ir a su cuarto en ocasión en que no estaba solo, sino con una mujer hermosa y elegante, aunque vestida con descuido, y esta mujer me celebraba de bonita y graciosa, y me hacía mil cariños. Esa mujer sería tu madre interrumpió doña Manolita.

Velázquez se quedó un instante á la puerta con su amante y al cabo también se despidió de ella hasta el día siguiente. Estaba cansado y tenía ganas atroces de dormir. Esto dijo, al menos, al separarse: la verdad era que deseaba acudir á la graciosa cita de su antigua novia. Cuando quedó solo se fué paso entre paso á la tienda de Crisanto á esperar la hora.

Pero Mompos no es solo una ciudad graciosa y pintoresca.

De las dos doncellas de la casa, la una, Generosa, nada tenía que llamase la atención; la otra, Elvira, era una palidita, de ojos grandes y entornados, muy graciosa. Las artesanas de Sarrió no han entrado jamás por la ridícula imitación de las damas, tan extendida hoy, por desgracia, entre las de otros pueblos de España.

Recuerdo que vi a ese joven volviendo de la iglesia con ella y con Marner. Pues bien; es muy sobrio y laborioso dijo Nancy, tratando de encarar las cosas del modo más favorable que era posible. Godfrey volvió a caer en sus reflexiones. En seguida miró a Nancy con tristeza y dijo: Es una joven muy graciosa y bonita, ¿no es verdad, Nancy?

Por muy maravillosa que fuese la historia y graciosa la narradora, no encantó más que medianamente los oídos del oyente. ¿Cómo se llamaba aquel héroe? El capitán Raynal. Raynal... Raynal... El conde buscaba en vano en el fondo de su memoria.

¡Ana, sube, anda, tonta! gritó la viuda mientras devoraba a la Regenta con los ojos de pies a cabeza. Para Obdulia las demás mujeres no tenían más valor que el de un maniquí de colgar vestidos; para trapos ellas; para todo lo demás, los hombres. Ana se excusó otra vez; tenía que hacer. Saludó con graciosa sonrisa y siguió adelante.

Se esforzaba por parecer alegre, intentaba aturdirse, abrumando a su amante con una charla graciosa y ligera; pero de repente se abandonó, no pudo más, y en mitad de una caricia rompió a llorar, cayó en un diván agitada por los sollozos. ¿Qué tienes? ¿Qué ocurre?...

Don Víctor era poco más alto que Ana; don Álvaro tenía que inclinarse para que su aliento, al hablar, rozase blandamente la cabeza graciosa y pequeña de la dama. Parecía una sombra protectora, un abrigo, un apoyo; se estaba bien junto a aquel hombre como una fortaleza.

Ello es que las manos lindas y blancas arrancan bellas melodías de las cuerdas de los violines y que una hermosa cabeza de diablescos ojos moriscos y negra cabellera, como una exótica flor rizada, se inclina graciosa sobre el puente del violoncello. Y el prestigio hechicero de la carne de la mujer hace temblar el beso en todos los labios.