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Actualizado: 15 de junio de 2025


Y ya, puesto a describir, tras esta descripción hice la de todas las piezas reformadas, para que se tuviera una idea de la entonación general de la casa, mejora sencilla y no costosa, con relación a mi modo de ver y de vivir hasta allí, pero motivo de asombro y de estupefacción para Mari Pepa, que acabó por decirme encarándose conmigo: Pues no seré yo, señor don Marcelo, quien tache a los pudientes porque gasten su dinero en buscarse el regalo de la vida sin olvidarse al mismo tiempo de los pobres, como lo hace usté; pero tampoco de las que se traguen la tostá sin conocerla por el gusto... ¡Vaya, vaya!... Aquí hay más mira de lo que paez al primer golpe... porque todos estos perendengues y otros tales, antójanseme demasiado para un hombre solo... Y quiera Dios que yo acierte y que para bien sea y cuanto antes, señor don Marcelo... Pues también le digo que por alto que ella levante el copete, bien la ha de caber aquí... Vaya, vaya, que una reina puede vivir en tal palacio... ¡Jesús, Señor!... Conque mejor hoy que mañana, don Marcelo, que así como así, no está sobrante de gentonas de viso este pobre lugarón... ¡Pero qué tochadonas me atrevo a decirle a usté, Virgen la mi Madre!... ¿No verdá, don Marcelo, que sabrá perdonármelas?

Yo no salía a paseo porque él no quería; me obligó a no dar la mano a ningún hombre, me quitó el flequillo del pelo, me quitó el corsé... ¿Cómo el corsé? pregunté sorprendido. , señor; el corsé... ¿Uté no sabe? Aquí hay muchos que no quieren que sus novias gasten corsé... porque así gustan menos a los otros... Los amores de Matildita habían terminado de un modo tristísimo.

Regularmente se tienen empleados uno o más indios para cuidar cada especie de frutos o efectos de los que se trabajan o benefician; pero, con todo, es increíble lo que se desperdicia y pierde, ya sea por impericia o descuido de los mismos indios, o por abandono de los administradores. ¿Quién creerá que llegando a 2.000, y aun a más, las reses que se consumen cada año en un pueblo, se gasten todos los cueros de ellas en sacos y otros ministerios?

Entre su madre y él, puede que no gasten doce mil reales al año decía muy serio Ripamilán, el venerable Arcipreste .

También Jacinto, querido doctor dijo tímidamente, Jacintito, mi hijo... ¿sabe? se ha dejado apretar en la máquina de la Bolsa; una desgracia, pero, ¿qué hacerle? Los hijos cuestan caro, doctor, y un padre, mientras vive, no puede dejar el biberón de la mano, así sean ellos hombres y gasten barba. ¡Hola! también Jacinto repitió el doctor, distraído.

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