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Pero en Jerez, el rico estaba sobre el pobre a todas horas, para hacerle sentir su influencia. Era un centauro rudo, orgulloso de su fuerza, que buscaba el combate, se embriagaba en él y gozaba desafiando la cólera del hambriento, para domeñarle como a los potros salvajes en el herradero. El rico de aquí es más gañán que el trabajador decía Salvatierra.

Cuando hay una vacante de administrador de Correos en algún pueblito de la frontera o de Jujuy, de esos que ganan diez pesos, ¿sabés?..., la guarda, y empieza a hacer entrar a los penitentes. ¡Claro!... ¡Y los pobres no agarran!

Nadie había de llegar de fuera de la viña, pero don Pablo deseaba que sonasen los tres toques y que fueran largos, hasta que no pudiese más el gañán que tiraba de la cuerda. Le alegraba este estrépito metálico: creía que era la voz de Dios extendiéndose sobre sus campos, protegiéndolos como tenía el deber de hacerlo, por ser su amo un buen creyente.

La señorita de Sardonne pasó por este sacrificio, y al abrazarla, la baronesa, cuyo sistema nervioso venía estando en insoportable tensión, rompió en llanto; fue para ella un alivio. ¿Sabes preguntó a Beatriz a través de sus sollozos cuánto gana por año? No le he preguntado, señora. Estos pintores, cuando llegan a adquirir fama, ganan lo que quieren... Serás rica, hija mía... ¡Esa es la verdad!

El general Viamont renuncia al fin, porque ve que no se puede gobernar, que hay una mano poderosa que detiene las ruedas de la administración. Búscase alguien que quiera reemplazarlo; se pide por favor a los más animosos que se hagan cargo del bastón, y nadie quiere; todos se encogen de hombros y ganan sus casas amedrentados.

La única cosa buena que ha hecho en su vida la tal viuda es concertarse con Satanás para enviar pronto al infierno a su galopín de marido y librar la tierra de tanta infección y de tanta peste. Ahora le ha dado a Pepita por la virtud y por la castidad. ¡Bueno estará todo ello! Sabe Dios si estará enredada de ocultis con algún gañán, y burlándose del mundo como si fuese la reina Artemisa.

En este punto, si nos contraemos a la especulación racional, nuestros conceptos son iguales; pero en contar, en extenderse a mayor número, en notar mayor cantidad, los silfos nos ganan; penetran con sus sentidos, y ven y perciben abismos de extensión, de tiempo, de volumen y de duraciones en lo infinitamente pequeño, por donde lo mediano, lo mezquino para nosotros, su universo de un kilómetro cúbico, es más ingente para ellos que toda la inmensidad de los cielos para nosotros.

En efecto, las lavanderas de Madrid gozan de la proteccion especial de la reina, y es ella quien ha costeado los rústicos aparatos ó lavaderos donde ganan la vida esas pobres mujeres, trabajando al sol y á la intemperie. Aquello vale bien poco, pero al ménos es de aplaudirse la intencion.

En las minas, y en las fábricas que las rodean, hay trabajo para los niños en cuanto pueden sostener en la cabeza un cesto con un poco de tierra. Los ochavos que ganan así los hijos de los pobres son en Matalerejo la semilla de la avaricia arrojada en aquellos corazones tiernos: semilla de metal que se incrusta en las entrañas y jamás se arranca de allí.

Queremos el voto para venderlo. La ley que nos ha proporcionado el derecho a votar nos ha asegurado con él una renta vitalicia. Un voto puede valer cinco, diez, veinte, cien, hasta doscientos duros. Muchos hombres en España ganan con su trabajo cincuenta duros al año, y con el voto obtienen el doble y el triple. Claro que es preciso votar a los candidatos conservadores.