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Actualizado: 22 de julio de 2025


Y durante dos horas, el padre y el hijo habían marchado casi corriendo, sin sentir cansancio, aguijoneados por el miedo, saliéndose del camino cada vez que sonaba a lo lejos un rumor de voces, un galope de caballo. ¡Ay, el viaje cruel con sus dolorosas sorpresas! Esto era lo que le había matado.

Hacía rato que el cura no prestaba la menor atención al discurso de Pablo. El carruaje había entrado en una calle bastante larga y perfectamente recta. Al fin de esta calle el cura veía venir a un caballero a galope. Mirad dijo el cura a Pablo, mirad vos que tenéis mejores ojos que yo; ¿no es Juan el que viene allá? , pues, es Juan, reconozco su yegua mora.

Es preciso ir á galope por en medio de los bañados y de los bosques de palmas carondais hasta ponerse en Loreto. Los caballos están de tal manera acostumbrados á estos caminos, que andan por ellos tan seguros como las mulas por las montañas; y es cosa que realmente sorprende verlos salvar con tanta destreza los agujeros que cubren todo aquel terreno.

Las grandes bestias de caza, del tamaño de ratas, capaces de poner en peligro la vida de un cazador pigmeo, corrían en galope furioso, temerosas y encolerizadas á la vez por la intrusión de esta montaña andante, que podía aplastarlas con sus piernas, tan gruesas como los troncos de los árboles más antiguos.

El galope duró cuanto lo permitió la naturaleza del suelo, que a no haberse interpuesto un bañado continuaría acaso todavía; y el paseo se prolongó por mucho tiempo, pues pasado el momento de la prueba inicial, Ricardo y Lorenzo se posesionaron resueltamente de sus caballos, a los que, a ratos, creían sinceramente que ellos los habían domado.

Un momento le bastó para ponerse en la silla y lanzarse al galope por el sendero que debía conducirlo fuera de aquel valle fatal.

¿Para qué hora piensan salir? Yo voy a ir a despertarlo. Será, señor, si no hace un paseo más largo... ¿Qué paseo? El galope con la «Pampita»... La «Pampita»... la «Pampita»... repetían Lorenzo y Ricardo. En el momento en que Lorenzo abría la puerta para salir al corredor, llegaba Baldomero con el mate en la mano. ¡Vaya, don Lorenzo, así me gusta! Ya ve: lavado y listo. ¿Y los compañeros?

Cuando Rafael no tuvo más que decir, todos se fueron adentro sin saludarle. Satisfecha su curiosidad, despreciaban al gañán que les había hecho abandonar sus mesas precipitadamente. El aperador puso su jaca al galope, con el deseo de llegar cuanto antes a Marchamalo. María de la Luz no le había visto en dos semanas y le recibió con mal gesto.

Desgraciadamente los jardines, los caminos y los bosques son testigos impasibles de nuestras alegrías y de nuestros dolores. Si se interesan por nuestra muerte, lo disimulan admirablemente, pues los árboles del parque no se visten de luto por la muerte de su dueño. La señora Chermidy paladeaba la lentitud de los caballos. Habría querido subir al galope la escalinata que conducía a la villa.

Después de estas palabras, dichas con el tono de una orden, hizo trotar á su caballo tierra adentro, por entre los ásperos matorrales, que se rompieron lanzando crujidos de leña seca. Inmediatamente, Celinda dejó de evolucionar á lo lejos, llegando á todo galope al encuentro de Ricardo.

Palabra del Dia

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