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Por último, no pudiendo ya contenerse, se levantó para salir; todos la imitaron, y hubo unos instantes de confusión mientras se despedían; merced a ella Miguel se acercó disimuladamente a su hermana, y, sin saber cómo, sin mirarse siquiera, sus manos se encontraron y se dieron un apretón furtivo y apasionado.

Doña María encerraba su enojo en lo más hondo del pecho, y aunque harto se le conocían la inquietud y la ira en el furtivo centellear de sus negros ojos, nada dijo que comprometiera su dignidad, y deseando que su hijo variase de conversación, le preguntó si había hecho en Córdoba las visitas a la Sra. Marquesa de Leiva y su sobrina. , señora contestó el rapaz . Las vi: la Sra.

Las arrugas de ese semblante, lo hundido de esas sienes, lo agudo de esos pómulos, lo contraido de esos labios, lo furtivo de esa mirada, significan, malicia, perspicacia, argucia; no significan un entendimiento liberal, extenso, vario, rico, fecundo, inagotable; me significan el entendimiento de un Voltaire. Voltaire en esa piedra es más bien un hombre de chispa, no un hombre de genio.

¡Oh, no por Dios! ¡Qué feo estarías sin bigote! exclamó separando sus manos de los ojos, donde brilló una sonrisa maliciosa detrás de las lágrimas. Reynoso aprovechó aquel furtivo rayo de sol para consolarla. Pero no fue obra de un instante. Elena estaba muy ofendida, ¡mucho! Era preciso que el detractor cantase la palinodia, hiciese una completa retractación de sus errores.

El tan difícil amor furtivo, el amamantamiento en medio de las borrascas, entre la asfixia y el naufragio, los dos grandes actos de la vida convertidos casi en un imposible, haciéndose por medio de un esfuerzo y por voluntad heroicos: ¡qué condiciones de existencia! La madre no tiene nunca más que un pequeñuelo, y es mucho.

Así se preparaba al sueño la Naturaleza, mientras en la carretera una multitud abigarrada y polvorosa se desojaba mirando al punto por donde asomaría muy luego la comitiva, y recreaba la vista en contemplar los guiñapos y telas de colorines pendientes de los balcones, y el marchito verdor de los arcos de triunfo; y se recibían y daban pisotones recios, y metidos feroces, y algún furtivo pellizco, y se tragaba y se mascaba el árido polvo del camino, oyendo a poca distancia, como irónica burla, el blando gemir de las ondas de la ría.

Para no privarse de su compañía un momento, el enamorado marido la trajo consigo al teatro; en los ratos que le dejaban libre sus ocupaciones, el pobre hombre gozaba con acercarse a su mujercita y darle un pellizco o un abrazo furtivo.