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Actualizado: 17 de octubre de 2025
Detrás había una huertecita en declive con hortaliza y frutales: después de la huerta un bosque, también en declive, perteneciente a los mansos de la parroquia y denominado la Mata. No era una mata en la acepción verdadera de la palabra, sino un bosquecillo formado de árboles de distintas clases, plantados por el antecesor del actual párroco, y que no contarían de existencia más de cuarenta años.
Aquí también las plantas desnudas, los álamos, los chopos, las acacias y otros mil árboles de sombra vuelven a vestirse de hojas verdes, y florecen el almendro y la higuera y los demás frutales, y nos dan el fruto con la poesía de la esperanza.
A la derecha se levanta el estribo de serranía donde se admiran las bellezas del Monte-Santo y el barrio de Albaicin, arrabal subterráneo donde vive bajo las rocas, en la miseria y el abatimiento, la raza misteriosa de los Gitanos; y en el fondo del abre que separa ese cerro del de la Alhambra y el Jeneralife, desciende por entre jardines, molinos y bosques de frutales el Barro caprichoso, tan presto arroyo miserable como torrente caudaloso.
El lago de este nombre, abierto en su mayor extension y rodeado de planos ondulosos y bajas colinas en cultivo, carece de esa majestad de aspecto que distingue á los lagos de las regiones enteramente montañosas; pero sus puras ondas y sus graciosos promontorios, de los cuales dos situados hácia el centro lo dividen en dos cuencas de nombres diferentes, hacen un bonito juego con las campiñas riberanas cubiertas de árboles frutales, viñas y legumbres.
De todos estos primores de la naturaleza, sólo alcanzaba a la villa tal cual penacho de mortecinas flores, que algunos frutales raquíticos dejaban ver sobre los mohosos lomos de esta y de la otra tapia, aun en las calles más céntricas, como anuncio burlesco de una fruta que no había de llegar a la madurez.
A nuestra izquierda se extendia, hácia el N.-E., lo que se llama el valle, que es una sucesion de planos inclinados, ascendentes hácia lejanas neveras, muy accidentados y cubiertos de aldeas y chalets en gracioso desórden, pequeñas praderas y muchas plantaciones de legumbres, árboles frutales y cereales.
Al lado de este paisaje hay una fotografía titulada: Salamanca; vista del seminario desde los Irlandeses. En primer término, una baja techumbre con sus simétricas ringlas de tejas, corre de punta a punta. A la otra banda, en los cuadros de un huertecillo y a lo largo de las paredes blancas de la cerca, se desgreña el claro boscaje de una parra y se esponjan las copas de los frutales florecidos.
Era de un solo piso, vetusta; gran corredor de madera ya carcomida, cubierto casi todo él por una vigorosa parra, que lo aprisionaba por debajo con sus mil brazos secos y le servía de hermosa guirnalda por arriba; el vasto alero del tejado poblado de nidos de golondrinas; la puerta de la calle negra por el uso y partida al medio como las de toda aquella comarca; por entrambos lados huerta, cuyos árboles frutales aventajaban con mucho la altura de la pared.
Entreteníala, pues, ya que no la satisficiese, poniéndose escrupulosamente al tanto de todas las particularidades de las huertas de sus amigos, dándoles siempre oportunos consejos acerca del cuidado de la hortaliza y de la conservación de los frutales y regalándoles semillas exóticas que no se sabía dónde y cómo las adquiriera.
Sobre el pequeño cerro que lo domina, en una meseta, está Canzana, lugar de más caserío, rodeado de árboles, mieses, prados y bosques deliciosos. Sólo veían de él las manchas rojas de sus tejados; tanto le guarnecen los emparrados de sus balcones y los frutales de sus huertas.
Palabra del Dia
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