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Actualizado: 21 de mayo de 2025
Admiraba los heroicos expedientes discurridos por este hombre hacerse rico sin apelar a la vulgaridad del trabajo ordinario, reservado a los otros mortales. Y así permaneció Isidro algún tiempo, escuchando los planes del aventurero desorientado que iba a América con cuatro siglos de retraso. La honradez en alarma de sus oyentes formulaba tímidas observaciones.
Su razón formulaba de nuevo las preguntas elementales que acosaron su niñez. ¿Dónde se redondea el granizo? ¿Quién hace resonar los atambores del trueno? ¿Quién fabrica los vientos? ¿De dó vienen?... Otras veces oteaba la ciudad. Los hidalgos caserones le hablan un lenguaje de soberbia y de triunfo.
Tenía tanto en que pensar el triste del cocinero mayor, que su cabeza estaba hecha una devanadera. Iba y venía con sus cavilaciones, y de todas ellas no sacaba más que una cosa en claro: lo referente á los amores de su mujer con el sargento mayor don Juan de Guzmán. Este pensamiento se formulaba en la frase que Francisco Montiño pronunciaba con los nervios crispados: ¡Como la otra!
El capitán vaciló. «¿Qué motivo tenía para acosar á este desconocido?...» Y en el preciso momento que se formulaba esta pregunta, el otro retuvo un poco su marcha para volver la cabeza y darse cuenta de si le seguían. Se verificó en Ferragut un rápido fenómeno.
Buscó Robledo una mano de ella por debajo de la mesa, entregándole un rollo de pequeños papeles. No debía tomarlo dijo la mujer . Yo sólo puedo admitir dinero de los que no me conocen. Pero guardó en su pecho los billetes de Banco. Sus ojos, repentinamente alegres, parecieron desmentir el tono de resignada dignidad con que formulaba sus excusas por haber aceptado el donativo.
Habían sido tal vez amigas de su hijo, representaban una parte de su pasado, y esto le bastaba para suponer en ellas grandes cualidades que las hacían interesantes. Estas sorpresas, con sus correspondientes inquietudes, acabaron por conseguir que el pintor se lamentase un poco de su nueva amistad. Le molestaba además la invitación á comer que continuamente formulaba el viejo.
¿Por qué?... Pasada la sorpresa, él obedeció. Recordaba que en todos sus viajes, cada vez que se creían felices en un lugar, formulaba su amante el mismo deseo. «Escupe para que volvamos.» Equivalía a dejar algo de sus personas que alguna vez había de atraerlos irresistiblemente. Hizo lo mismo ella, y súbitamente tranquilizada se agarró de su brazo.
En ciertos momentos, el coronel sintió dudas al escuchar cómo su contrincante formulaba verdaderas herejías, revelando una ignorancia absoluta de los grandes tratadistas que han codificado los encuentros entre caballeros. ¡Y este hombre había asistido á más de cien lances de honor!... Después se asombró de la prontitud con que se apropiaba los textos citados por él, de la agilidad con que se había asimilado sus clásicos, volviéndolos al revés, en apoyo de sus afirmaciones.
Había comenzado por parecerle inicuo que Simón hubiese de sufrir las consecuencias de una falta cometida por un extraño, de un pecado que no había dejado huella ninguna; y ahora su conciencia, haciéndose más timorata y más escrupulosa, formulaba nuevas y cada vez más turbadoras preguntas: ¿Un extraño?... ¿Huella ninguna?... ¿Estaba bien seguro?...
Palabra del Dia
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