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Actualizado: 30 de abril de 2025


Nada era tan común en aquellos tiempos como interpretar todas las apariciones meteóricas, y todos los otros fenómenos naturales, que ocurren con menos regularidad que la salida y la puesta del sol y de la luna, como otras tantas revelaciones de origen sobrenatural. Así es que una lanza brillante, una espada de llamas, un arco, ó un haz de flechas, pronosticaban una guerra con los indios.

Todavía pendían de su tejido muchas flechas, que le recordaron su primer choque con los soldados de la República femenina. La vista de ellas evocó en su memoria á los dos compañeros de viaje, completamente olvidados hasta entonces.

Era juez entonces un Machado, Y dicen, que bien pudo, si quisiera, Que del Ingles no fuese saqueado El pueblo, y el mancebo que saliera Con arco y flechas de otros ayudado Bien fuera, si Machado no impidiera, Y en breve mucha gente se juntára, Con que el Ingles victoria no cantára.

Bautizados, pues, aquí los muchachos, pasó á los Quiriquicas, donde el año antecedente la Reina de los Ángeles le había defendido de sus flechas.

Vivia esta nacion, poco mas ó ménos como la de los Moxos, repartida en grandes tribus sobre las orillas de esos rios continuamente surcados por sus naturales, los que se ocupaban ya en la pesca ya en la caza ó la agricultura. Sus armas se componian del arco, de las flechas y de una macana de dos filos.

Se pone carmín en las mejillas, se echa en la frente y en el cuello polvos de arroz, y se pinta de negro los párpados para que resplandezcan más sus negros ojos. Los esgrime de continuo, como si desde ellos estuviesen los amores lanzando enherboladas flechas.

Una, que me atrevería a llamar prehistoria geológica, está fundada en el descubrimiento de calaveras, canillas, flechas y lanzas, pucheretes y otros cacharros, que suponen los sabios que son de una edad remotísima, que llaman de piedra.

Recuerdo que en una de las muchas salidas un genovés levantó el brazo y lo agitó como amenazándonos. Diez de nuestros muchachos le soltaron en el acto otras tantas flechas, y cuando descubrimos después su cadáver se vió que tenía ocho de ellas clavadas en el antebrazo.

En seguida el barón se lanzó contra el grueso de los asaltantes, seguido de Lord Abercombe con sus cuatro escuderos del Chesire y otros de igual temple, tras ellos Chandos y el príncipe y detrás nosotros con espada y hacha, porque habíamos agotado las flechas.

Los náufragos rompieron nutrido fuego, dirigiendo sus tiros a los matorrales en que estaban ocultos sus enemigos; pero los piratas, decididos por lo visto a acabar de una vez con ellos, seguían lanzando flechas encendidas que iban a dar unas en la casa y otras en el corredor que la circundaba.

Palabra del Dia

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