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Actualizado: 20 de junio de 2025


Tendido boca arriba en el césped, contemplaba sin pestañear el firmamento, sumergiendo la mirada en sus profundos senos azules, pensando algunas veces descubrir detrás de ellos algún inefable misterio. Aquella posición le mareaba al cabo.

Belarmino se mantiene con los brazos en cruz: pero ahora no mira al firmamento, sino a Apolonio. Apolonio vacila un segundo, nada más que un segundo. Una fuerza ineluctable, una exigencia del destino le lleva, también con los brazos abiertos, la botella en la mano, y en alto, agresivo, hacia Belarmino. Belarmino se adelanta a su encuentro.

La bandada que formaban era más grande que cuanto pueden abarcar los ojos en el espacio visible, y cubría la luna y las estrellas, como cuando el firmamento se llena de nubes. «A prisa, á prisa, caballeritos, que va á ser de día dijo uno, y el Abuelo nos va á reñir si llegamos tarde. No valen nada los Nacimientos de este año.... ¡Cuando uno recuerda aquellos tiempos...!»

Además, en el firmamento las estrellas con luz refleja aparecen tan bellas como las que la tienen propia.

Pero lo que más saltaba a la vista en él, sin duda alguna, era cierto bienestar amable y aristocrático, exento de presunción que, aunque lograse inspirar envidia, no despertaba ciertamente en el corazón de la plebe los odios y rencores que excita siempre la opulencia soberbia. El ceñudo firmamento dejaba caer sin cesar toda la ceniza húmeda y fría de que estaban preñadas sus nubes.

Y como si la obscuridad y tristeza de la tierra y del firmamento solo hubieran sido el reflejo de lo que pasaba en el corazón de estos dos mortales, se desvanecieron también con su dolor.

Calderón parece, en efecto, como dice un ilustrado crítico literario , «que ya con la dulce soñolencia de quien se deja llevar de risueñas ilusiones, ya con la formalidad sublime de un pensador ó de un anciano, al contemplar la brillante grandeza del firmamento, alumbrado por el sol ó tachonado de estrellas, que semejan flores eternas, las comparan con esas otras flores, astros pasajeros de la tierra, adornadas de vivos colores, y despidiendo perfumes de sus cálices de púrpura, y ó presencian sonriéndose sus tempestades temibles, pero bellas, ó las consideran como manifestaciones de un poder más alto;» y, á la verdad, en los afectados adornos de su elocución, sobrecargada de imágenes, en su hojarasca vacía de sentido, nos ofrece abundancia extraordinaria de pensamientos poéticos.

Sólo presumían la indefinida extensión de un Océano mucho más ancho que el que separa a España de las tierras por Colón descubiertas. ¿Qué había en el extremo de este Océano? Quién sabe. Acaso el extremo de la tierra en que vivimos; el borde del disco; los lazos que atan la tierra al firmamento y que la sostienen suspendida en el éter.

Si me fuera dable matar en esta voluntad, siempre activa, siempre inquieta.... No buscar la felicidad, huir del dolor...» Entregado a estas ideas pasé largo rato, cerrados los ojos, de codos en la roca, oculto el rostro entre, las manos. Había obscurecido y era preciso volver a la ciudad. El caserío estaba iluminado y el firmamento tachonado de luceros.

El mar llora sus perlas; las nubes sus fluídos; llora la tierra gemas de ardiente claridad, y llora el firmamento luceros desprendidos, y llora entre sus risas también la humanidad. ¡Benditas sean las lágrimas! Cayendo persistentes en río se convierten tras lenta filtración, y en ese río santo, ocúltanse latentes tesoros no apreciados de luz y redención. Madrileño.

Palabra del Dia

rigoleto

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