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Psss... bisbiseó Fidel, requiriéndome con cabezadas a que me acercase más . Levante usted el mantelillo. Levanté una punta. Descubrí abundancia de guisos y viandas, entre otras, un opulento trozo de roastbeef. Es la comida de don Guillén indicó el camarero . Si no promiscua, o promiscúa, que yo tampoco cómo se pronuncia, al menos come de carne.

Escribirle..... fuera jugar el todo..... por la nada, y además una impertinencia de marca mayor. La criada..... sería contraproducentem. «¡Presentado!.....» dirá algún madrileño. ¿Qué es presentar donde todos se conocen? ¡El padre de Amparo le tutea á Fidel, sin necesidad de presentaciones! ¡Ya se guardará el rapaz de meterse en semejantes dibujos!

Me senté junto a una mesa con unos libros, unos papeles, unas cachimbas, unos lentes, y presidiendo todos aquellos utensilios y accesorios de la faena intelectual, encerrado en un marquito de plata repujada, como relicario, una fotografía de mujer, que me incliné a mirar discretamente. Parecía una virgen niña de Rafael, de las de su época umbriana. Pon aquí la comida, Fidel. ¿Has traído vino?

No: Fidel no buscará á la emparedada; ni, si la buscara, la encontraría; ni, si la encontrase por acaso, la Francesca del reino de Granada sería tan melodramática como la de Rimini. El recato de Amparo llega hasta el martirio. ¡Ha aceptado el cáliz de amargura, y no hay miedo de que aparte de él sus ojos ni sus labios! Fidel no lo ignora: Amparo está enterrada en vida.

Fidel los siguió en silencio muchas calles, embozado hasta los ojos. ¡Y con qué emoción! Amparo, en las tinieblas, le parecía suya..... La luz determina las distancias. Las sombras confunden los objetos..... La vista entonces tiene algo de tacto. De resultas de esta emoción, Fidel pasó muchas noches entregado al placer de estar á obscuras.

No come hoy, porque está algo delicado del estómago respondió Fidel . ¿No vió usted el color arrebatado que tiene? Será pirosis entró a decir don Celedonio .Todo el clero y las órdenes regulares padecen de pirosis, a causa del abuso de las comidas suculentas y de las bebidas alcohólicas. Calle usted, herejote amonestó doña Emerenciana, amenazando con el abanico.

Más vale que don Guillén no haya acudido a la mesa, porque le abochornaría esa abominación. A todo esto, Fidel, el mozo, se reía cazurramente. Terminada la comida, salí de la metrópoli y me encaminé a mi colonia. Como cosa de veinte pasos delante de iba Fidel, conduciendo una gran bandeja, cubierta con un mantelillo. Nos juntamos en el pasillo adonde daba mi habitación.