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Actualizado: 15 de junio de 2025


Stein tomó el fastidio por modestia y prosiguió conmovido: Mira la mar: ¿oyes cómo murmuran sus olas con una voz tan llena de encanto y de terror? Parecen murmurar graves secretos en una lengua desconocida.

Díjole más: que a su desgracia se le había añadido otra de no menor fastidio, y era, que un grande amigo de su señor le había encontrado en el camino y le había dicho que su señor, por ir muy de priesa y ahorrar dos leguas de camino, desde Madrid había pasado por la barca de Azeca, y que aquella noche dormía en Orgaz, y que le había dado doce escudos que le diese, con orden de que se fuese a Sevilla, donde le esperaba.

Agustín me participó aquella novedad que por muchas razones asumía la gravedad de un secreto en una larga noche de convalecencia que pasó a la cabecera de mi lecho. Recuerdo que era a fines de invierno: las noches eran todavía largas y frías, y el fastidio de volverse a su casa tan tarde le decidió a esperar el día en mi cuarto. A media noche vino a interrumpirnos Oliverio.

La «moral» que el autor quisiera hacer «pasar» sin «fastidio» a la mente de los lectores, es que hay en la actualidad una crisis del matrimonio y que, por consecuencia de ella, muchas existencias femeninas transcurren no sólo en una soledad dolorosa para la que las mujeres no están hechas, sino en una semiesterilidad que viene en detrimento público. Hay en esto un mal social considerable.

El propósito de hacer una reseña exacta de la acción y de las escenas de esta obra, no compensaría, sin duda, el fastidio que produciría, pues es de las más sencillas, dependiendo su valor y encanto de la ligereza y naturalidad del diálogo y de los notables rasgos, que pintan á sus diversos personajes, superiores á todo encarecimiento.

Enciende en mi corazon un fuego desordenado que me consume y arrastra hacia la muger hermosa: pero con enagenamiento del deseo a la dicha, pero en el seno de la felicidad misma un vacilante fastidio me hace echar de menos el deseo."

Le escribiré; le enviaré periódicos que hablen de y usted verá como tiene una amiga que no le olvida y le saluda desde Londres, San Petersburgo, o Nueva York, cualquiera de los rincones de este mundo que muchos creen grande y en el cual no puedo revolverme sin tropezar con el fastidio. ¡Que tarde ese momento! dijo Rafael. ¡Que no llegue nunca! ¡Loco! exclamó Leonora. Usted no sabe cómo soy.

MARCIO. Para saber dónde está la derecha, volved la cara al Norte... O no, la cara al Sur y la espalda al Este. ¡Así no! ¡Lo hacéis precisamente al revés! ¡Qué fastidio! Seguid a vuestros vecinos... Ahora, señores, si alguno de vosotros lleva cortaplumas, que lo tire. Los mondadientes también. Nada que pueda suscitar ideas de violencia. ¡Ningún arma contundente ni cortante!

Se había dejado llevar por Pablo, una docena de veces quizá, a veladas y bailes en los castillos vecinos, de donde traía siempre una impresión de malestar y fastidio. Y de ahí dedujo que esos placeres no se hicieron para él. Sus gustos eran serios y sencillos; amaba la soledad, el trabajo, los largos paseos, los grandes espacios, los caballos y los libros.

Cuenta la Historia que el Sultán quiso presidir por mismo el cónclave aquel de sabiduría, y aquel diván de inteligencia médica, y que sufrió los ratos de más bostezante fastidio que imaginarse pueden.

Palabra del Dia

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