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El alcalde examina sus notas con aire grave. ¡Ah, desgracia! ¿por qué su rostro se llena de severidad? ¿Qué significa esto, señor Durand? interroga el señor Aubry. Hace quince días que no se le ve a usted en la escuela. ¿Por qué eso, eh? Juan baja la cabeza y con voz lastimera contesta: Es porque mamá estaba enferma y después se ha muerto. ¿Muerto? . La llevaron hace tres días...

Aprovechando un instante en que el mayordomo sale de casa para dar otra vuelta por la cuadra, examina las alforjas, que ya tenía preparadas, mete la mano en ellas y tropieza con algunas libras de chocolate, dos botellas de vino de Jerez y un tarro de cabello de ángel, lo más exquisito que ella misma había fabricado aquel año. Su alarma crece.

A propósito he dicho que estos errores podian padecerse quizas con la mayor buena fe; porque sucede muy á menudo que el hombre se engaña primero á mismo, ántes de engañar á los otros. Dominado por su opinion favorita, ansioso de encontrar pruebas para sacar la verdadera, examina los objetos no para saber sino para vencer; y así acontece que halla en ellos todo lo que quiere.

Si se examina á la luz de la razon el sistema de las sensaciones actuales, no se descubre ninguna dependencia esencial entre ellas y su órgano respectivo, ni entre este y el objeto y circunstancias con que es afectado. ¿Por qué la impresion de la luz sobre los ojos me ha de causar una sensacion determinada, que no pueda resultar de la misma impresion en otra parte? ¿Por qué el cerebro no podria recibir de varias maneras una impresion semejante?

Evoca una visión reciente: su llegada á Monte-Carlo después de haber vivido mucho tiempo en un hospital. Al bajar del tren, Toledo examina con emoción el brazo mecánico que disimula imperfectamente el brazo amputado. Ha sufrido varios meses las consecuencias de una herida fatal y estúpida, recibida sin gloria pocos días antes del armisticio.

En el mismo caso presente, cierto que lo primero que salta a la vista, es la maldad de esa mujer; pero no te detengas en la superficie; ve más adelante; examina, investiga y hallarás seguramente que no es tan culpable.

Poco después desaparece, y con él se borran el sombrero y el boa. Me veo á solas con el capitán más joven, que es el que menos ha hablado. Bebe; mira el reloj que está sobre el mostrador. Vuelve á beber. Me examina un momento con esa mirada que precede siempre á una confidencia grave. Adivino su necesidad de comunicar algo penoso que le atormentaba memoria con una gravitación de suplicio.

En cambio, en todo poeta sincero, si es verdadero poeta, resplandece la bondad y se manifiesta en la belleza que ha creado. Y cuando se examina y analiza cuidadosamente, se nota que la belleza que admiramos está en la expresión y manifestación de la bondad, y no en los errores y en los extravíos que por otra parte puede poner el poeta en su obra y tener en , como los tiene todo ser humano.

Aquel viejo que viene allí: ¡mírale qué serio viene! ; el de la casaca verde, ¡va bueno! Dejad, dejad. ¡Pum! en el sombrero. Seguid hablando y no miréis. Efectivamente, el sombrero del buen hombre produce un sonido seco: el acometido se para, se quita el sombrero, lo examina. ¡Ahora! dice la turba. ¡Pum! otra a la calva.

En lo más obscuro de la noche, en medio de los bosques o en las llanuras sin límites, perdidos sus compañeros, extraviados, da una vuelta en círculo de ellos, observa los árboles; si no los hay, se desmonta, se inclina a tierra, examina algunos matorrales y se orienta de la altura en que se halla, monta en seguida, y les dice para asegurarlos: «Estamos en dereseras de tal lugar, a tantas leguas de las habitaciones; el camino ha de ir al sur», y se dirige hacia el rumbo que señala, tranquilo, sin prisa de encontrarlo, y sin responder a las objeciones que el temor o la fascinación sugiere a los otros.