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Actualizado: 12 de noviembre de 2025


Nuestras costumbres eran las de estudiantes libres a quienes sus aficiones o su posición permiten elegir, instruirse un poco, al azar, y beber en muchas fuentes antes de determinar en cuál de ellas debe el espíritu sentar sus reales en definitiva. Pocos días después, Oliverio recibió una carta de su prima, en la cual se nos invitaba a los dos a trasladarnos a Nièvres.

Porque los estudiantes tomaron la ensalada, que era un razonable plato, y mirando a mi amo, dijeron: -No es razón que donde está un caballero tan principal se queden estas damas sin comer. Mande V. Md. que alcancen un bocado.

En las esquinas inmediatas a los talleres de modistas esperaban los estudiantes y los viejos verdes, acariciando en el bolsillo los billetes para ver una pieza en Eslava, o las entradas de favor para bailar en La Sutil.

Preguntábame don Diego que qué había de decir si me acusaban y me prendía la justicia, a lo cual respondí yo que me llamaría a hambre, que es el sagrado de los estudiantes; y que si no me valiese, diría que como se entraron sin llamar a la puerta como en su casa, que entendí que eran nuestros. Riéronse todos de las disculpas. Dijo don Diego: -A fe, Pablos, que os hacéis a las armas.

Por consejo de Escobar acudieron a oír a Belarmino muchos estudiantes y hasta profesores. Los juicios y opiniones acerca del estoico discrepaban, naturalmente; los ánimos se apasionaron.

Conque dejémonos de frivolidades, y refiramos lisa y llanamente nuestra expedición de aquella mañana. Nos dirigíamos á ver una de las primeras maravillas arquitectónicas de Salamanca, ó sea el famoso Colegio del Arzobispo, hoy todavía habitado por estudiantes irlandeses.

Siempre os sentará bien el aire del bosque... Si supierais, señor cura, cuánto os quiero... y os respeto... ¿No habré dicho demasiados disparates hoy, delante de vos? Porque sentiría tanto... No, hijo mío, no he oído nada. Entonces tomaremos el camino de los estudiantes.

¿Es posible dije interrumpiendo á don Pelegrín que sólo tres estudiantes salieran de Santander en un año? Y era mucho salir me contestó en tono enfático. Repare usted que estaba carilla la carrera de letrado.

Desgraciadamente, doña Victorina estaba allí, doña Victorina que cogía para al joven para pedirle noticias de don Tiburcio. Isagani se había encargado de descubrir su escondite valiéndose de los estudiantes que conocía. Ninguno me ha sabido dar razon hasta ahora, respondía y decía la verdad, porque don Tiburcio estaba escondido precisamente en casa del mismo tío del joven, el P. Florentino.

Había también estudiantes, militares subalternos, comerciantes de escasa categoría y artesanos de mucha. Los domingos, la clase de horteras aportaba un contingente considerable. De todas las calles céntricas de Madrid, la única que conserva cierta tranquilidad burguesa que le da aspecto honrado y amable es la calle Mayor.

Palabra del Dia

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