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La polémica sobre si Belarmino sabía lo que se decía o, por el contrario, hablaba como un papagayo, repitiendo palabras vacías y sin trabazón, se enconaba y complicaba más y más, porque nadie había allegado todavía prueba concluyente, de una parte ni de otra. El Estudiantón no desesperaba de formar el léxico completo belarminiano con su correspondencia clara.

Cuando el Estudiantón requirió a Belarmino a que expusiese su sistema, el zapatero replicó con dulce ironía: ¿Y qué es un sistema? Quizás lo que usted llama sistema no es lo que yo llamo sistema. Yo, gracias a Dios, no tengo sistema. Lo que usted quiere decir es postema. Tampoco, gracias a Dios, tengo postema. Bien, bien, Belarmino; confieso que no le entiendo a usted todavía.

Hombre hay aquí dijo un estudiantón del Corpus , graduado por la Feria y el pendón verde , que, si es menester, no dejará oreja de ministro a manteazos, siendo yo el menor de todos estos señores.

Ortigüela dió varias audiciones en casas particulares, en el Casino y en la Universidad. Oyéndolo, al Estudiantón se le ocurrió un ingenioso proyecto, que comunicó al punto a los belarminianos y antibelarminianos. Tratábase, nada menos, que de demostrar inequívocamente si Belarmino hablaba un idioma inteligible. Todos aceptaron la presunta demostración.

Froilán Escobar, alias Estudiantón y Aligator, murió de hambre, lo cual cae dentro de la lógica inmanente de las cosas.

El Estudiantón le escuchaba fascinado, sin sacar nada en limpio, pero con la esperanza cierta de llegar a dominar algún día el tecnicismo de aquel moderno filósofo de portal, o estoico, como él decía, sin saber que en Grecia tanto valía estoico como filósofo de portal. Escobar continuó asistiendo al portal de Belarmino y tomaba notas de lo que oía.

Algo parecido a esto de Sócrates y Sófocles se lo dijo Apolonio a Belarmino, en el asilo y en coyuntura bastante dramática; lo cual me hace suponer que Escobar y Apolonio habían llegado a ser amigos, y que el zapatero estaba inspirado por las teorías del Estudiantón. Se observará que estas teorías son enteramente opuestas a las de don Amaranto.

Su imaginación novelesca soñaba un rapto, después de matar en desafío al infame estudiantón, con otras mil barbaridades por el estilo, y lo mejor del caso era que quien tales barrabasadas se sentía capaz de ejecutar temblaba como un niño en presencia del ídolo amado, y cien veces se le atragantó la declaración que tenía pensada y aprendida, sin faltar punto ni coma.

En el padre de Rafael aún quedaba mucho de aquel estudiantón que tanto había dado que hablar. Sus gustos de libertino rústico le hacían perseguir a las hortelanas, a las muchachuelas que empapelaban la naranja en los almacenes de exportación.

Tan presto saltó el descomulgado pariente de mi amo (digo el estudiantón) y dijo: -Aunque V. Md. me perdone, señor hidalgo, debe de saber poco de cortesía. ¿Conoce, por dicha, a mi señor primo?