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Actualizado: 18 de julio de 2025
Este cuarto donde nos hallamos se llenó, como todos los años, de flores y baratijas; no se podía andar en medio de tanta chuchería de porcelana, libros preciosamente encuadernados, estuches de ébano, marcos de retrato y un sin fin de objetos de bazar.
Las habitaciones que servían de albergue a los Molínez eran espaciosas y estaban amuebladas a estilo de pueblo, contrastando con la vetustez y modestia de cuanto había en ellas el aspecto moderno y la riqueza de los utensilios, ropas, neceseres y estuches de los madrileños: un saco, una manta de viaje valían más que todo lo puesto a su disposición por el huésped.
Nació Barbarita Arnaiz en la calle de Postas, esquina al callejón de San Cristóbal, en uno de aquellos oprimidos edificios que parecen estuches o casas de muñecas. Los techos se cogían con la mano; las escaleras había que subirlas con el credo en la boca, y las habitaciones parecían destinadas a la premeditación de algún crimen. Había moradas de estas, a las cuales se entraba por la cocina.
Poco a poco fue permaneciendo más horas en la cama; se levantaba tarde; se acostaba temprano. Perdió el gusto para trabajar en la huerta. No salía de las cuatro paredes de la casa. Dentro de ella dejó de ocuparse en las cosas que antes le entretenían; hacer estuches, cuidar la pajarera y otras obras manuales.
Abrió un vargueño, en cuyos cajoncillos guardaba papeles y alhajas de gran valor que habían ido á sus manos en garantía de préstamos usurarios: algunas no eran todavía suyas; otras, sí. Un rato estuvo abriendo estuches, y á la tía Roma, que jamás había visto cosa semejante, se le encandilaban los ojos de pez con los resplandores que de las cajas salían.
De Vetusta y sólo de Vetusta salieron aquellos insignes tresillistas que, una vez en esferas más altas, tendieron el vuelo y llegaron a ocupar puestos eminentes en la administración del Estado, debiéndolo todo a la ciencia de los estuches.
Aquellos dos estuches le recordaron que debía entregar á su sobrino, de parte del duque de Lerma, una cruz de Santiago, y que para servir al duque, debía entregar una gargantilla á la dama con quien pretendía entretener al príncipe de Asturias el duque de Uceda, y que se entretenía particularmente con don Juan de Guzmán. El amante de su mujer se le ponía otra vez delante.
Hácenlas venir de París y de Londres; traen grabadas las iniciales de sus dueños y encima la correspondiente corona de conde o marqués si el fumador lo es; guárdanlas en preciosos estuches, y cuando llega el caso de sacarlas para fumar lo realizan con tales cuidados y precauciones, que en realidad se convierten en objetos molestos más que útiles.
Hasta ahora, el hombre afirmaba el príncipe vivió en magníficos estuches de arte y de porquería. Los arquitectos modernos han hecho más en treinta años por la dulzura de vivir que hicieron en tres mil los constructores-artistas tan admirados por la Historia.
Allí, los obscuros manojos de espinacas; las grandes coles, como rosas de blanca y rizada blonda encerradas en estuches de hojas; la escarola con tonos de marfil; los humildes nabos de color de tierra, erizados todavía de sutiles raíces semejantes a canas; los apios, cabelleras vegetales, guardando en sus frescas bucles el viento de los campos, y los rábanos, encendidos, destacándose como gotas de sangre sobre el mullido lecho de hortalizas.
Palabra del Dia
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