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Actualizado: 2 de junio de 2025
García pudo cerciorarse de ello por la risa y la algazara que armaron y por las miradas insolentes y burlonas con que desde entonces le regalaron. Llegó por fin el día del estreno. Desde veinticuatro horas antes el estado de agitación de García superaba a todo lo imaginable.
Cafetera, que no era lerdo, comprendió al punto hasta dónde alcanzaba su privanza y lo que podía esperar de sus dioses lares; y como, por otra parte, sus libérrimos instintos se le habían revelado diferentes veces hablando con sus compañeros sobre la vida raqueril, se decidió por el arte en el cual hizo su estreno pocos meses después del último mendrugo, que le aplastó la nariz para nunca más enderezársele.
Absolutamente, es muy natural. Además, siempre me ha gustado verla divertirse. ¡Oh! este estreno no es para mí una diversión, inquieta como estoy por la salud de mi padre... Entonces, supongo que no es por la pieza por la que va al teatro esta noche... no pudo dejar de decir Juan.
¿Quieren ustedes subir a descansar? preguntó la dama a los caballeros, al ver llegar a Paco. No, gracias. Yo volveré luego con mamá a buscarte. ¿A buscarme? Sí; ¿no te lo ha dicho ese? Hoy vas al teatro con nosotros. Hay estreno; es decir, un estreno de don Pedro Calderón de la Barca, el ídolo de tu marido. ¿No sabes?
Al parentesco hay que perdonárselo todo... El otro, ¡qué dulzura!, ¡qué brío al mismo tiempo!, ¡qué modo de filar las notas! ¿Pero filan también las notas en el Congreso? preguntó Elena con asombro. ¿Qué estás diciendo ahí, criatura? Hablo de Marconi. Perdona, hija: pensé que te referías a Pérez, de quien estabas hablando. ¡Y el sainete de Ruiz que se estrenó en Lara! Delicioso, delicioso.
Pues yo lo sentiría, porque el hombre está ya demasiado contrito de trabajo; y aunque con ello tendría una más inflas, y podría ir a palacio como a su casa, la salud es lo primero, doña Regustiana; que a perro ladrador, la cebada al rabo. »Pues Julieta estrenó un vestido de color de huevo estrellado, con sobrefalda de puf, y un enderezo de rubines y trompacios.
Semejante á una gran ráfaga de aire, la noche del estreno tiene la virtud de barrer todas estas pequeñas impurezas. Nadie, mejor que los comediantes, sabe cuánto arriesga un autor en esas horas, de las que acaso dependen, no sólo su porvenir personal, sino también el éxito de la temporada y los intereses de la comunidad.
Cuando había estreno de algún drama o comedia muy aplaudidos en Madrid, en el palco de Ronzal se discutía a grito pelado y solía predominar el criterio de un acendrado provincialismo, que parecía allí lo más natural tratándose de arte. No había salido de Vetusta ningún dramaturgo ilustre, y por lo mismo se miraba con ojeriza a los de fuera.
Como es natural, estos anuncios ocasionaron un gran movimiento entre la gente menuda y eran tema de agitación y de mucho hablar entre los alumnos de la escuela. El maestro había prometido a Melisa, para quien esta clase de placer era sagrado y raro, que la llevaría, y en la importante noche del estreno el maestro y Melisa asistieron puntualmente.
Tristán no quiso ir al teatro a primera hora: se reservaba conocer el éxito del primer acto para salir de casa. Clara le acompañaba, resuelta a no participar de las emociones del estreno. Si la obra tenía buen éxito ya la vería al día siguiente. En cambio Elena y la condesa de Peñarrubia, que eran ya íntimas amigas, se acomodaron en dos butacas a primera hora.
Palabra del Dia
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