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Actualizado: 9 de mayo de 2025


Las parisienses saben dar un buen giro a sus frases, presentándolas de una manera conveniente y complicada, pero yo no ... y hablando francés me costaría mucho salir del paso si no dijera las cosas lisa y llanamente como se me ocurren. En fin, estoy contenta, en extremo contenta, señor cura, y espero que vos también quedaréis satisfecho de vuestras nuevas parroquianas.

Esperó a que Vérod contestase; pero como éste era incapaz de decir una palabra, el Príncipe continuó: Usted no puede matarme, porque recuerdo la ley del perdón que ella practicaba.

Esperó Clara toda la noche con mortal inquietud; pasó una hora y otra hora, y rezó todas las oraciones que sabía, sin olvidar las que le había enseñado doña Paulita. Su buen amigo no volvió hasta la mañana.

Valen muy poco, mira, y son espléndidas... quiero lucirlas en el primer baile... con el vestido de velours frappé que espero... Prométeme traérmelas mañana... Te adoraré; te perdonaré todo lo que sufro.

Yo espero que misia Melchora, heredera de toda esta tradición, que ella sabe mantener tan dignamente, hallará buenas mis razones y guardará un poco de simpatía para esta pobre muchacha. Te abraza con todo su corazón. =Inés= Indudablemente, esta Inesilla no vive en nuestra época. Y ello nos va a proporcionar a todos bastantes disgustos. Pocas veces sufro de tedio.

El marcador de la Aduana lo imprimía, con un patrón y pintura negra, en los sacos de pimienta, en las cajas de tabacos, en las pacas de todas las mercancías sujetas á derechos, como testimonio de que estos artículos habían pagado el impuesto y pasado por la Aduana. Llevado en tan extraño vehículo de la fama, iba mi nombre á donde jamás había llegado antes, y á donde espero que nunca irá de nuevo.

Levantóse el señor de Melo Portas e Azevedo, cubrió su calva con la chistera tornasol y se dirigió a la puerta, después de saludar a derecha e izquierda. ¿No vienes? preguntó a su primo, Jacintito. Te espero respondió Quilito sin volverse.

Y usted, Asunción, a quien sin duda debo haber ofendido, según el encono con que me mira, adiós también. La infeliz se deshacía en lágrimas. Había solicitado de usted el último favor, una entrevista para despedirme de la que tanto he amado, pero no espero conseguirlo.

Decía así: «Saturnillo: usted que es tan bueno ¿querrá hacerme el obsequio de venir a esta su casa a las tres de la tarde? Le espero con...». Hubo que dar vuelta a la hoja. Impaciencia pensó el sabio.

Tristán le acompañó hasta la puerta. Al llegar a ella García le dijo misteriosamente: Espero que marchará bien, ¿sabes? Pero si se descompone no tienes más que avisarme, que yo lo llevaré para que lo arreglen. Bien, hombre, gracias respondió Tristán sin poder reprimir una sonrisa. Luego, cuando tornó al comedor, entró diciendo: ¡Pero qué pesadísimo es este pobre García!

Palabra del Dia

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