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Todo lo grande despierta en el alma cuantos sublimes ensueños se elaboran en los misterios de la admiración. El espectador se encarna con el cuadro que presencia, se paralizan sus sentidos y el éxtasis alienta las más tiernas creaciones. Un poeta ante la cascada del Botocan, resucita todos los colosos del sentimiento, y al murmurio de las ondas, recuerda sus inmortales producciones.

No quería ver mas: esta noche era para los locos. Tampoco el príncipe deseaba ver, y continuó en su sillón, pidiendo un nuevo cocktail. Desfilaban ante las puertas los que huían amargados por la suerte ajena y los que llegaban atraídos por la noticia del suceso. Permaneció solo, como un espectador que se queda en el vestíbulo de un teatro y escucha los lejanos estremecimientos del público.

Imagine usted, pues, si me canso de ser mero espectador, y mero espectador poco atento y distraído, cuánto me cansaría si reclamase también un papel y tratase de representarle.

Á veces había sido visto por la multitud; pero con mucha mayor frecuencia, todo reposaba en el mero dicho de un solitario espectador que había contemplado el maravilloso fenómeno al través del trastornador vidrio de aumento de su imaginación, dándole más tarde una forma más precisa.

El perro del hortelano se distingue, así por la verdad con que nos descubre las fibras más delicadas é íntimas del corazón humano, como por las pinceladas tan seguras y acertadas que caracterizan á cada escena. La viuda de Valencia es un verdadero arsenal de burlas de buen tono y de situaciones cómicas, infundiendo en el espectador, con fuerza irresistible, el placer más vivo.

Se repitió la operación por segunda y tercera vez, y el ruido del cañón, disparado por , retumbó de un modo extraordinario en mi alma. El considerarme, no ya espectador, sino actor decidido en tan grandiosa tragedia, disipó por un instante el miedo, y me sentí con grandes bríos, al menos con la firme resolución de aparentarlos.

Cuando el espectador rie siempre, ó siempre llora, algo hace el actor para producir aquella risa ó aquel llanto. aquí nuestra idea.

Hay cima que se ve erguirse encima de la cabeza del espectador y cuya flora se asemeja á la de Escandinavia; pasada esta punta para elevarse más arriba, se entra en Laponia y á una altura mayor se encuentra la vegetación del Spitzberg.

Matriculado, cuando niño, en una banda de pilluelos de barrio, sin el freno de la autoridad paterna, porque no tenía padres y no hacía caso de sus hermanos, libre como un pájaro y celoso de su independencia; con el sucio pantalón doblado sobre la rodilla y la camisa desteñida asomando por los fondillos, un sombrero agujereado sobre la rubia cabeza, recorría las calles de su parroquia, entretenido en jugar a los cobres en la acera, darse de mojicones con los compañeros y decir desvergüenzas a las señoras; no había bautizo en que él no tomara parte, esperando a la comitiva en el atrio de la iglesia para llamar pelao al padrino, ni escándalo callejero en que no estuviera, como espectador de primera fila.

El gitano, tranquilo hasta entonces, había sido simple espectador de aquella escena; pero al oír aquella voz bien conocida, exclamó: ¡Miserable carmelita, deja entrar a esos sacerdotes! soy yo, el gitano, quien los ha enviado a buscar para comunicarles mis últimas voluntades, para confesarme. ¿Qué esperas, pues?