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Actualizado: 22 de mayo de 2025
Arístides trotaba a su lado, esforzándose en igualar el paso de sus cortas piernas con las zancadas del maestro, cuando éste se paró de repente y Arístides dio con él un fuerte topetazo. ¿Dónde estaban hablando? preguntó, como siguiendo la conversación. En la Arcada dijo Arístides. Cuando hubieron llegado a la calle Mayor, el maestro se detuvo. Ve corriendo a casa dijo al niño.
Carlota la contemplaba con sonrisa benévola y le decía por lo bajo: ¡Calma, niña, calma! ¡Sí, sí, calma!... ¡Que te pasase a ti lo que a mí me está pasando! exclamaba con coraje, esforzándose en apagar la voz. Buenas noches, Carlotita dijo en aquel momento Timoteo, tratando de dar a su voz gangosa acento picaresco. No se las he dado antes porque la veía a usted muy entretenida.
¿Qué tenía dentro la fatal manzana del Paraíso, que después de seis mil años de maldición la misma Iglesia comenzaba a venerarla, esforzándose por hacerla olvidar las antiguas persecuciones? ¿Por qué la religión, firme como una roca en medio de los siglos, que había desafiado persecuciones, cismas y guerras, se ablandaba por el miedo ante los descubrimientos de unos cuantos hombres, entrando en la corriente loca que buscaba la causa y la explicación de todas las cosas?
Lo que deseaba era que se largara pronto. Hablaron de la ida al convento, resolución que la tía de Maxi alabó mucho, esforzándose en sacar de su cabeza los conceptos más alambicados y los vocablos más requetefinos. A tal extremo hubo de llegar en esto, que Fortunata quedose en ayunas de muchas cosas que le oyó.
Sonrió con dulzura y tomándole la barba entre los dedos, le dijo: ¿Estás contenta con el vestido? Si, mamá. Te hace un cuerpo muy bonito. En cuanto le toquen un poco en el pecho, quedará que ni pintado. La niña calló. Alzando los ojos al cabo de un instante le dijo, esforzándose en dar a su voz una inflexión segura: Dime, mamá, ¿qué opinas de la retirada de Gonzalo?
¡Oh aquella mirada!... Fué para el ingeniero lo mejor de la entrevista, y la recogió en su memoria, esforzándose por conservarla con toda su luz, para que le acompañase en las largas horas que pasaba allá en la fundición entregado á la vida de los recuerdos. Sanabre se convencía de que era amado por Pepita. Su mirada, su voz, valían más que todos los papeles preciosos que guardaba en su despacho.
A veces, esforzándose en supeditar el pensamiento a la voluntad, imaginaba que la palabra canallada no era propia ni exacta. ¿Habló él nunca de boda? ¿Exigió ella promesa en que él consintiese? Nada de esto. Pues entonces ¿cómo había de figurarse Cristeta que tal hombre podría llegar a ser su esposo?
Nadie respondió: todos guardaron silencio, y en los ojos de Enrique brilló un relámpago de alegría. ¿Han pensado ya en los equipajes mi mujer y mi suegra? ¿Han guardado en las cajas sus gorros y sombreros? ¿Está todo dispuesto para la marcha? Para la tuya, sí dijo Cecilia, esforzándose por demostrar un valor que no sentía. ¿Cómo para la mía? ¿Pues no partiremos juntos? No.
Paseando un día en el Prado, melancólico, encontró dos damas, callada la una y envuelta en un velo, y esforzándose la otra en acercársele, en hablar con él y en averiguar la causa de su tristeza.
Los que le escuchaban, don Jaime Marín, Delaunay, don Lorenzo y don Feliciano Gómez, le saludaron con cierto embarazo y como avergonzados, lo cual confirmó su sospecha. Disimuló cuanto pudo, y esforzándose en poner cara alegre, comenzó a hablar de las noticias que corrían. La conversación tomó el rumbo de todos los días; la confianza, volvió a reinar.
Palabra del Dia
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