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Actualizado: 4 de junio de 2025
Cervantes, leído por Quevedo, ganaba; el chiste se hacía irresistible; la joven se reía con toda su alma. Se nos olvidaba decir que la joven tenía en la mano derecha, abandonada sobre la falda, un cuaderno de papel en que se veían escritos versos. A la cabeza de aquellos versos se leía: «Doña Estrella en la Estrella de Sevilla». Dorotea.
Al día siguiente de la muerte de Jaurés, el 1.º de Agosto á media tarde, la muchedumbre se agolpó ante unos pedazos de papel escritos á mano con visible precipitación. Estos papeles precedieron á otros más grandes é impresos llevando en su cabecera dos banderitas cruzadas. «Ya llegó; ya es un hecho...» Era la orden de movilización general. Francia entera iba á correr á las armas.
Como quiera que fuese, este escrito de Luciano está lleno de burlas, y blasfemias contra el nombre Christiano, digno por eso de igualarse con FILOSTRATO, CELSO, JULIANO, y otros impugnadores de la Religion Christiana. Si en los puntos históricos, tantos como toca Feyjoó en sus escritos, hubiera consultado los originales, hubiera evitado muchas equivocaciones, que descubren los inteligentes.
De Cristóbal de Rosas, cuyo nombre se escribe también á veces Rojas, se conserva, entre otros escritos, una dramatización de la novela de Romeo y Julia, la tercera en número después de las de Lope de Vega y Francisco de Rojas. Antonio Enríquez Gómez.
No merece igual alabanza la muchedumbre de aquéllos, que, arrastrados por el aplauso que se dispensaba en Francia á la llamada escuela romántica, se ocuparon en aclimatar en Madrid los dramas semi-salvajes de la Porte de Saint Martín, ó en imitarlos en sus propios escritos, ó aquéllos, que, abusando de la libertad adquirida, no conocían regla ni freno alguno: estos últimos escribieron en España muchos dramas detestables, llenos de crímenes nunca vistos, de infamias y de asesinatos, en que se ofrecían con placer al público los horrores más repugnantes, y que mostraban, en vez de hombres, verdaderos abortos de perversidad y de locura.
A media noche dejé la pluma, y leí, y releí mi carta: seis pliegos escritos por las cuatro carillas. Presa de un desaliento inexplicable metí los pliegos en el sobre. No; no decían aquellas páginas lo que sentía mi corazón.
Lo había leído en escritos de señores que sabían tanto como su capitán. Además, había reflexionado mucho sobre esto en sus solitarios paseos sobre el puente. Yo estoy donde debo estar. Estoy con Francia... Torpemente, con balbuceos y palabras incompletas, expuso su pensamiento.
Estas esperanzas se reducían, en suma, á ejercer con mis escritos alguna influencia, aunque indirecta, en la regeneración del teatro alemán, poniendo al alcance de mis compatriotas el conocimiento de la literatura dramática española.
Amparo no estaba inmóvil como la noche anterior; tenía un cofrecito sobre la mesa y sacaba de él papeles escritos, que leía y ordenaba. Amparo con la cabeza inclinada sobre el pecho, lloraba leyendo aquellos papeles. Lloraba de una manera desconsoladora, comprimiendo sus sollozos.
Hase de atender tambien para conocer los Escritos de un Autor el modo con que habla este en aquellos que nadie dudare ser suyos, y se han de comparar unos con otros.
Palabra del Dia
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