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Actualizado: 23 de junio de 2025


Aún le parecía ver los puestos rastreros y las manos recogiendo cachivaches. Era día de toros. Aquellos barrios estaban muy animados. Todo lo recordaba perfectamente; todo lo veía, como si lo tuviera delante, revivido a sus ojos en la obscuridad de su escondite.

Era Raíces un misterioso escondite verde, que inspiraba melancolía, austeridad, un olvido del mundo, poético, resignado.

Así también pueden disculparse y quizás aplaudirse por lo candorosos ciertos pormenores de usos y costumbres que no yo si son anacrónicos o no lo son, por mi escaso saber en arqueología. Así, por ejemplo, si los niños del tiempo de Cristo, avecindados en Nazaret, jugaban ya al escondite, al salto de la comba y a la gallina ciega como los niños de ahora. Candor es este que puede hacer gracia.

Apreté los puños de ira, y hasta hoy me asombro cómo pude dominarme para no saltar de mi escondite y arrojar por el suelo a ese impudente campesino. Hubiera sido capaz en aquel momento de dejarlo muerto en el sitio.

Llamaron a gritos, recorrieron todos los sitios próximos, avisaron a los guardas. Nada. Los demás niños no daban más razón sino que estaban jugando al escondite y que le habían visto correr entre los árboles para ocultarse, y que luego no le habían visto más. Mario puso a gemir como una criatura increpándolas furiosamente. Carlota, pálida, pero tranquila en apariencia, le mandó callar.

Guillermina, no conformándose con el escondite, quiso salir con ánimo de recibir la visita en otra habitación; mas dispuso la fatalidad que su prima Patrocinio, al ver entrar a Fortunata, la tomara por una de las muchas personas que iban allí a pedir socorros, y la introdujese, como si dijéramos, a boca de jarro, en el gabinete de la santa.

Se puso de pie el Magistral, miró a todos lados por encima del seto de boj que rodeaba su escondite, y al verse solo, solo de seguro, se le ocurrió mezclar a la cháchara insustancial y armoniosa de los pájaros que saltaban de rama en rama sobre su cabeza, su voz más dulce y melódica, recitando aquellas palabras de espiritual hermosura que la Regenta le había escrito.

No juegues al escondite; yo no bromearía en tu lugar, Magdalena continuó Yuba-Bill, que en un exceso de furor daba ya vueltas pateando. ¡Magdalena! continuó la voz. ¡Oh, Magdalena! ¡Mi buen señor! dijo el juez, en el tono más patético. Imagínese lo inhospitalario de rehusar un abrigo contra la inclemencia del tiempo, a mujeres desamparadas. ¡Señor mío de mi alma! Pensar que...

En el jardín de Marta juega al escondite con su amigo, y sin duda en cualquiera otro sitio, todavía más cómodo, podía estar con él á solas todo el tiempo que quisiera hasta hartarse. ¿Qué lujo de perversidad, sin razón que la justifique, no hay, pues, en el empeño de Fausto y Margarita de estar juntos por la noche al lado de la madre de ella, en lo cual hasta hay mucho de repugnante y de asqueroso?

Basilio temiendo fuese descubierto tomó una resolucion súbita, se levantó de su asiento y con la voz más natural, ¿Le puedo ayudar, señor...? preguntó saliendo de su escondite. Simoun se enderezó y dió un salto como un tigre atacado infraganti, se llevó la mano al bolsillo de su americana y miró al estudiante pálido y sombrío.

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