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Actualizado: 22 de mayo de 2025
Se equivocó el hombre de mundo; creyó que la emoción acusada por aquel respirar violento la causaba su gallarda y próxima presencia, creyó en un influjo puramente fisiológico y por poco se pierde.... Buscó a tientas el pie de Ana... en el mismo instante en que ella, de una en otra, había llegado a pensar en Dios, en el amor ideal, puro, universal que abarcaba al Creador y a la criatura.... Por fortuna para él, Mesía no encontró, entre la hojarasca de las enaguas, ningún pie de Anita, que acababa de apoyar los dos en la silla de Edelmira.
Tu patrona, hija mía, no figura en el calendario, y si no me equivoco, ha dado muchas veces la vuelta a la ciudad, con la cabeza rapada, y montada en una burra, con la cara vuelta hacia la cola... Barbero del infierno, tu garganta es demasiado estrecha para esas palabras; ¡por Cristo! te la voy a ensanchar.
¡Oscilación encantadora, gracioso equívoco! Al límite de los dos reinos y bajo esas flotantes apariencias tan fantásticas, el espíritu da testimonio de sus primeros albores. Es el alba, la aurora matutina. Con sus resplandecientes colores, sus nácares y esmaltes, señala el sueño nocturno y la idea del día que aparece. ¡Idea! ¿Nos atreveremos á pronunciar esta palabra?
Muchas veces, á los hombres no les gusta que los vean con una mujer en la calle. La mayoría son casados. Usted tal vez lo es, como los otros. Su voz era ronca; no recordaba la que él había oído doce años antes; pero á pesar de esto, su convicción iba creciendo. «Es ella pensó . Ya no es posible la duda.» La mujer siguió hablando. Tal vez me equivoco. Usted debe ser soltero.
Después, lanzándose hacia una carronada: ¡Muchachos! si no me equivoco, ese navío llega del mar del Sud; en esa popa corta y achatada, en ese porte, reconozco una navío español o portugués que se dirige a Lisboa, ignorando sin duda que hemos declarado la guerra a los ingleses. ¡Allá él! Pero ese perro debe tener piastras en el vientre.
El P. Juan Francisco de San Antonio, dice en efecto en su crónica tomo I; pag. 144, que: «Su modo de escribir propio era, formando de alto abajo las líneas empezándolas en la mano izquierda, y prosiguiendolas hasta la derecha». M. Le Gentil repite esto mismo, pero se equivocó de Mas al atribuir la misma opinion
Esta estaba pálida y a pesar de los violentos esfuerzos que hacía sobre sí misma, no podía dominar sus emociones, ni su visible estremecimiento. Felizmente Mathys se equivocó con respecto a aquella emoción.
Cuando le parecía al buen tendero que iba demasiado lejos en sus negaciones, para ocultar el miedo, se ponía de pie, copa en mano, y decía solemnemente: En último caso, si me equivoco, si blasfemo... toda la responsabilidad caiga sobre ese pillo... sobre ese rapavelas... ¡sobre ese maldito don Fermín!...
Pero Felipe III, a cuyo regio oído, y contra la costumbre, llegaron las murmuraciones, dijo: En verdad que es el más joven de los virreyes que hasta hoy han ido a Indias; pero en Esquilache hay cabeza, y más que cabeza brazo fuerte. El monarca no se equivocó.
Al principio, en sus largas conversaciones con Fernanda, aparecía sereno, galante, no perdonaba medio de demostrar a su ex-novia su admiración y rendimiento. De repente comenzó a perder el aplomo, a huir todo asunto relacionado con sus propios sentimientos, a evitar las frases galantes. Fernanda no se equivocó.
Palabra del Dia
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