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Actualizado: 9 de junio de 2025
Aquel acólito del culto de Mercurio, por su empaque desenfadado atraíase la mala voluntad de los pilluelos de la plaza, enjambre de diablejos que pasaban horas enteras ante la relamida figurilla llamándole ¡churriquio! con irritante tono de mofa, hasta que algún dependiente les amenazaba con la vara de medir.
El tema de los caprichos de esta infeliz criatura había llegado a lo inverosímil, como su existencia entre el enjambre de enfermedades que la consumían.
Entonces los pájaros cobijados entre las hendeduras de los sillares desquiciados, en los relieves de los frisos, en las estatuillas de piedra y las hojarascas de granito, se alzaron en medroso enjambre, yendo fugitivos y asustados a perderse en la altura o a refugiarse rastreando por los cercanos trigos.
Cuidadlo bien, padre, y no temáis ya, repuso la mujer en la misma extraña habla. La verdad es que nos rodea una turba de bárbaros, borrachos muchos de ellos. Cincuenta pasos más, Tita mía, y juro por el bendito San Telmo no poner otra vez los pies fuera de casa hasta que el enjambre éste se halle en Dax ó donde lo lleven los demonios. ¡Cómo empujan y aullan!
Sentíase trasfigurada en semi-diosa, sublimada por la pálida luz que la inundaba y el blanco tapiz que se extendía a sus pies, divinizada por el enjambre de altas y hermosas ideas que revoloteaban por su cabeza.
¡Un verdadero timo! repitieron en coro las amables señoritas de Platavieja, rodeando al punto como enjambre de mariposas a los dos diputados, jóvenes y solteros, con la idea sin duda de pegarles alguno. Imposible fue ya continuar la plática ante aquellos testigos, y la noche corrió lenta y aburrida, sin más incidentes.
De coches no había que hablar, pues sólo existían tres en la población, el de Quiñones, el de la condesa de Onís y el de Estrada-Rosa. Este último era el único que no alcanzaba el medio siglo de antigüedad. Cuando cualquiera de las tres carrozas salía a la calle, rodeábala un enjambre de chiquillos y seguíanla buen trecho en testimonio de incondicional entusiasmo.
La luz, cada vez más atrevida, consigue acorralar á las tinieblas en los rincones de la estancia. Algo más se ve. Una mesa de escribir tallada con pésimo gusto, y sobre la cual hay muchos papeles y un enjambre de baratijas que los sujetan.
Su naturaleza ardiente, orgullosa, lisonjeada por un padre que llegaría hasta el crimen por darle gusto, y por un enjambre de adoradores postrados a sus pies, botaba ante aquel obstáculo, el primero con que había tropezado en su vida, como un potro salvaje. En estos frenesíes de cólera ideaba vengarse. Escribió varios anónimos a D. Pedro, pero ninguno llegó a su destino.
Gloria me quería, me daba una cita, y esta cita tenía el singular atractivo para un poeta y un hombre del Norte de ser a la reja. ¡La reja! ¿Verdad que este nombre ejerce cierta fascinación, despierta en la fantasía un enjambre de pensamientos dulces y vagos, como si fuese el símbolo o el centro del amor y la poesía? ¿Quién es el que, por poca imaginación que tenga, no ha soñado con un coloquio amoroso al pie de la reja en una noche de luna?
Palabra del Dia
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