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Actualizado: 24 de julio de 2025
Así, pues, aun cuando no se trata ahora de la agudeza y del orgasmo, ó de si estos estados solo son accidentales en las enfermedades crónicas, no por eso carece de eficacia la belladona en estas afecciones, ni deja de estar indicada por su estado diatésico.
Pero la voz pasa, y la hermosura con ella, y con la hermosura los galanes ricos; entonces empezó a bajar de nuevo la escalera hasta el último piso, hasta el piso bajo; luego mudó de barrios hasta el hospital; la vejez, por fin vino a sorprenderla entre las privaciones y las enfermedades; el hambre le puso el gancho en la mano, y el cesto fue la barquilla de su naufragio.
Por su accion diatésica en fin, el acónito ofrece síntomas análogos á los de varias enfermedades crónicas.
Estaba siempre de buen humor, incluso cuando no le daban nada de comer, y se enorgullecía de sus enfermedades, dándole las gracias al doctor Chevirev por la gota, que consideraba una enfermedad noble, con la que su importancia adquiría aún mayor relieve.
Por lo espuesto hasta ahora, se puede comprender que el antimonio no tiene lugar en el tratamiento de una enfermedad francamente inflamatoria, porque esceptuados los accidentes febriles intermitentes, todos sus fenómenos indican el período de flojedad en las enfermedades, ó el subagudo y crónico.
Las enfermedades y los caprichos de la esposa, los gastos exorbitantes de la casa, el llanto de los chiquillos, las exigencias de la nodriza, todas las miserias y contrariedades de la vida matrimonial en suma, se ofrecían a su imaginación con tal relieve y sabía describirlas tan gráficamente que, escuchándole, a nadie le entraba en apetito el probarlas.
Las fechas que siguen a ésta, vienen consagradas a circunstancias exclusivamente domésticas, como son: recetas para la cura de enfermedades, observaciones médicas sobre el estado de los aldeanos enfermos que ella había aprendido a curar con ayuda de los libros de M. Tissot.
Se vendían en la gran ciudad los venenos consoladores profusamente, y las desesperadas, sin fuerzas para volver y sin esperanza en el porvenir, entregábanse a ellos, contrayendo horrorosas enfermedades. Las más expertas del grupo convenían en sus apreciaciones. Buenos Aires, una buena plaza de negocios para la que supiera guardar franca la salida. Una ratonera mortal para la que se quedaba dentro.
Y así por lo poco apetitosos que son los platos, como por lo mucho que hay que gastar en el lujoso aparato exterior, es lo cierto que suele comerse poco y mal, por donde la anemia y la cacoquimia son las enfermedades más comunes de ahora.
Poe, Verlaine, Musset, Nerval, Darío son nombres venerandos de mi iconografía sentimental. Todos ellos fueron tristes y gloriosos borrachos. No comprendo bien la causa de que tan altos y armoniosos espíritus hayan caído en las simas de «ese demonio más terrible que todas las enfermedades».
Palabra del Dia
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