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Actualizado: 29 de junio de 2025
Frente á mí se hallaba el buen Alain, que me sonreía á cada golpe de remo, con aire de complacencia y protección: más próxima, la señorita Margarita vestida de blanco contra su costumbre, bella, fresca y pura como una azucena, sacudía con una mano las húmedas perlas que la mañana suspendía en el encaje de su sombrero, y presentaba la otra como un incentivo á Mervyn, que nos seguía á nado.
Tirado sobre la larga silla de reposo había un traje de calle con sus menudos tableados de seda, sus volantitos estrechos y sus largos lazos anudados como al descuido. Los frasquitos de perfumes y los acericos de encaje estaban desordenados en el tocador; y en la ancha jofaina de blanca porcelana, el agua conservaba todavía las blancas espumas y las irisadas burbujas del jabón.
Solo, completamente solo, en el crepúsculo azul que descendía del cielo sobre los olmos cuajados de ligero follaje, a la luz de las primeras estrellas que se filtraba a través de las ramas de los árboles como chispas sembradas sobre el encaje de las hojas, caminaba por la ancha avenida escuchando aquella música tan bien acompasada y dejándome guiar por sus cadencias.
Y no transcurridos muchos días, dijo Miranda al presunto suegro, en tono satisfecho y confidencial: Nuestro amigo Colmenar apadrina; delega en usted y envía esto para la novia. Y sacó de su estuche de raso un abanico de nácar, cuyo delicado país de encaje de Bruselas temblaba al aliento como la espuma del mar al soplo de la brisa.
Demasiado sabes la afición que tengo a los pasajes, y sobre todo a los del mar... ¿Por dónde se va? Sígueme..., ya verás. Marta emprendió la marcha hacia un bosque de pinos situado no muy lejos de la casa y Ricardo la siguió. Vestía la niña un traje azul marino, con adornos de encaje blanco, y en la cabeza llevaba sombrero de paja adornado con una guirnalda de campanillas rojas.
Allá, entre las palmeras, brilla, blanco y como de encaje, el minarete del palacio de arquerías de Argel, por donde andan, como reyes presos, los árabes hermosos y callados.
Se dejó abrazar, é inclinando la cabeza rompió en un llanto desesperado, como si la presencia de su esposo evocase con mayor relieve la imagen del hijo que nunca volvería á ver. Luego secó sus lágrimas, y más pálida, más triste que nunca, continuó su vida habitual. Ferragut la vió serena como una maestra, con las dos sobrinas pequeñas sentadas á sus pies, proseguir las eternas labores de encaje.
La justicia se estaba en sus proprios términos, sin que la osasen turbar ni ofender los del favor y los del interese, que tanto ahora la menoscaban, turban y persiguen. La ley del encaje aún no se había sentado en el entendimiento del juez, porque entonces no había qué juzgar, ni quién fuese juzgado.
Sobre su pecho ostenta la crucecita de oro del capítulo. Caen por ambos lados de su gallarda cabeza, sus flotantes cabellos negros, y sobre éstos un velo de encaje menos negro aún que los rizos que orlan su cara, de un blanco mate pálido que resplandece mejor entre aquella oscuridad de colores.
En las hondonadas profundas se han acumulado los copos en gruesas capas; en las pendientes rápidas bordan ligeramente las hendiduras como tenue velo de encaje; en los abruptos tajos sólo aparecen de cuando en cuando, como manchas brillantes.
Palabra del Dia
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