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Pues ahora mismo voy yo a poner a su señoría macarena dijo Bermúdez empujando hacia dentro a las dos mujeres , delante de algo que no se pueda ver desde allá por mucho que levante la jeta el serrano de más alzada... ¡Canástoles con los melindres de mi abuela y el pujo de la comparación!... Por el pasillo de la derecha hasta la puerta de enfrente... Esta pieza, Nieves, no te la quise enseñar anoche, porque aún estaba arreglándose cuando te fuiste a acostar: ya te lo dije.

¡Que se vaya! ¡que se vaya! repitió la joven con más fuerza. Háblele usted por el agujero de la llave. No hay otro medio dijo la esposa del fisiólogo empujando a Timoteo.

Mientras tanto, el señor Kasper pasaba con suavidad del elogio de su hija a hablar de los negocios de América, tema en el que insistió hasta el toque de mediodía, que deshizo los grupos, empujando las gentes al comedor.

¿No queréis entrar? dijo Dorotea empujando una puerta al fondo del corredor, y entrando en un pequeño aposento. A pesar de que como había sido pronunciado aquel ¿no queréis entrar? suponía lo mismo que esta otra frase: haréis bien en iros, porque estorbáis, don Bernardino se hizo el desentendido y entró.

Pablo y Gregoria llegaron silenciosos a la casa paterna, que entonces más que en ocasión alguna, parecía convento de cartujos; y empujando la puerta entornada, atravesaron el zaguán y el patio desiertos, donde algunas plantas amarilleaban ya bajo el cielo nublado de otoño, y entraron en la alcoba de don Aquiles.

Luego le fué empujando con una superioridad paternal. No perdamos tiempo dijo . Preocúpese de usted nada más. La marquesa tiene otras cosas en que pensar. Y se lo llevó á su casa. Durante todo el día el suceso mantuvo en continuo bullicio á los habitantes del pueblo. Muchos lo aprovecharon como un motivo para abandonar el trabajo.

De pronto, como si se le ocurriese una idea súbita, exclamó: ¡Amigos míos, armad vuestras carabinas!... ¡Fuego sobre ese tabique! Lo que había decidido sobre todo a Santiago a esta maniobra, es que encontrándose necesariamente detrás de su tropa, se vería libre del primer choque de la salida que podrían intentar los sitiados. ¡Fuego! ¡y que el Cielo nos ayude! repitió empujando a su pelotón.

Ya está muerto dijo el gitano empujando el cadáver con el pie . De modo que, cargad de prisa vuestras mercancías, porque la marea sube y el cielo se cubre de nubes; y una vez que hayáis visto brillar allá arriba las carabinas de los aduaneros, tendréis que escoger entre el fuego y el agua, hijos míos.

Pero no: lo mismo no: porque las niñas andan en los jardines de aquí para allá, como una hoja de flor que va empujando el viento, mientras que las estrellas van siempre en el cielo por un mismo camino, y no por donde quieren: ¿quién sabe?: puede ser que haya por allá arriba quien cuide a las estrellas, como los papás cuidan acá en la tierra a las niñas.

¡Vamos, no diga usted eso, Vice-Rector! contestaba el canónigo Irene empujando la silla en que aquel se sentaba; en Hong Kong hacen ustedes negocio redondo y construyen cada finca que... ¡vaya! ¡Tate, tate! contestaba; ustedes no ven nuestros gastos, y los inquilinos de nuestras haciendas empiezan á discutir...