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Actualizado: 13 de julio de 2025
La aparicion de las poesías de Don José Campo-Arana, es una de tantas respuestas victoriosas como la realidad ofrece diariamente á los empeñados en la triste tarea de probar al público que atravesamos un período de paralizacion y esterilidad artística; privando al talento del entusiasmo y de la fé, únicos estímulos que para él dejan á nuestra desangrada patria los que más prosaica y ventajosamente la explotan.
Señores dijo, estamos empeñados en una lucha homérica; de esta lucha resultará el ser o no ser para nuestro partido. Aquí no estamos todos, pero no convendría que lo estuviéramos.
Pero qué quieres, mi destino, mi triste destino... Yo empeñada en ser bueno, y Dios, la Providencia y mi roío destino empeñados en que he de ser mala. Salí de la cárcel, le debía dinero, no tenía sobre qué caerme muerta, me llevó a su casa, me dio cuanto necesitaba, mucho más de cuanto necesitaba... Yo tengo este defecto de volverme loca con el lujo.
En cuanto a no poder entenderse con los vecinos de Tablanca, era otro error mío y de otros muchos hombres cultos, empeñados en tomar ciertas cosas al revés. ¿Por qué ha de ser el hombre de los campos el que se eleve hasta el hombre de la ciudad, y no el hombre de la ciudad el que descienda con su entendimiento, más luminoso, hasta el hombre de los campos para entenderse los dos?
Mas, despues que se desvaneció este rumor falso, y reconocida la falsedad del caso, los capitanes determinaron que debian esperar á los enemigos, de esta parte de la montaña, y cuando estuviesen empeñados en penetrar los montes á la vista de sus pueblos, habian de pelear hasta dar el último aliento.
Cuando estos las presentan, ó las hacen advertir, todo el mundo las ve tan claras, tan sencillas, tan obvias que parece extraño no se las haya visto ántes. Dos hábiles jugadores de ajedrez estan empeñados en una complicada partida.
El otro descendía hasta el mar como un caos de rocas y tierras sueltas, sin más que algunos pinos retorcidos que se aferraban al suelo, empeñados tenazmente en prolongar su agonía. La miseria y el abandono de esta lengua de tierra arrancaban una mueca dolorosa al coronel cada vez que tendía su vista por encima del muro divisorio.
Mesía, dejando detrás de sí a su amigo, ocupó el medio del balcón, arrogante y desafiando las miradas de los clérigos que pasaban debajo de él. Los tambores vibraban fúnebres, tristes, empeñados en resucitar un dolor muerto hacía diez y nueve siglos; a don Víctor sí le sonaba aquello a himno de muerte; se le figuraba ya que llevaban a su mujer al patíbulo.
Sí no encontramos alguna demostración material de la verdad, lo que parece demasiado probable, resulta que estamos empeñados en un proceso indicador, cuya solución depende de un problema psicológico. Lo que importa ante todo, es conocer el estado de espíritu de la Condesa en los últimos días.
El centro de un largo puente sobre el rio es en aquella parte la línea fronteriza. No deja de ser curiosa la escena social que allí se ve, como en todas las fronteras de Europa, y que prueba la insensatez del egoismo de los gobiernos, empeñados en hacer artificiales las relaciones de los pueblos, sustituyendo la desconfianza inquisitorial á la espontaneidad de los intereses.
Palabra del Dia
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