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Actualizado: 3 de junio de 2025


Eras , realidad de una quimera, demonio tentador, terrible y bello, que venía á encrespar con la tormenta de mi existencia el mar triste y sereno. Al eco de tu voz, como las olas se elevan hostigadas por el viento, despertando del tímido letargo, se elevaron en mi alma cien recuerdos.

Y estos mismos poetas, en quienes rebosaba el profundo sentimiento religioso de su época, se consagraron al drama místico y lo elevaron á tal altura, que, entre los compuestos por ellos y los misterios y moralidades anteriores, hay la misma distancia que entre los de Shakespeare y las farsas de la Edad media.

Lo mejor que hay es esconder el dinero en una pared vieja o en un árbol hueco. ¡Los que así lo hagan no darán de comer al notario! La asamblea en pleno protestó de la ingenuidad de aquel buen hombre que enterraba en flor sus escudos, sin hacerlos producir. Quince o diez y seis exclamaciones se elevaron al mismo tiempo. Cada uno expuso su opinión, descubrió su secreto, cabalgó en su Clavileño.

Sus constructores la elevaron á la memoria del Gran Ejército, y ese Gran Ejército fué el pueblo en armas esparciendo por toda Europa la revolución. Los artistas, que son grandes intuitivos, presintieron el verdadero significado de esta obra.

Aquel silencio y aquella soledad elevaron hasta el colmo el sentimiento súbito que me venía de la vida, de su grandeza, de su plenitud y de su intensidad. Recordé lo que había sufrido, entre las multitudes o en mi casa, siempre aislado y sintiéndome perdido, en la medianía, y continuamente abandonado.

Y en hombros de quatro hombres la elevaron, Y con tipladas voces y harmonía En un alto bufete la asentaron; Donde el xefe de aquella compañía, A quien llaman Autor, en buen romance, Esto añadió con mansa melodía: Es tan dichoso, amigos, este lance, Que al ponderarlo falta la eloqüencia, Ni hay ingenio que pueda darle alcance.

Al acabar aquel día, entre cuatro y cinco de la tarde, el cielo se encapotó; grandes nubes negras se elevaron por detrás de la cumbre del Grosmann; el Sol, rojo como una bala al salir de la fragua, lanzaba sus últimos rayos desde el horizonte cargado de brumas. El silencio en todo el ámbito de la peña era profundo.

Vió cómo salían del montón humano piernas contorsionadas por los estremecimientos de la agonía... Unos soldados avanzaron con el mismo gesto de los cazadores que van á cobrar sus piezas. De la palpitación de los miembros revueltos se elevaron unas melenas blancas y una mano débil que se esforzaba por repetir su signo.

Esta queja en efecto elevaron al rey D. Fernando IV en las córtes de Valladolid la mayor parte de los obispos y cabildos de todos los reinos, y en vista de tan justa y debida representacion, mandó el rey librarles la carta que trae Gomez Bravo en su Catálogo de los obispos de Córdoba, cap. VI, lib. 3.º El obispo D. Gil.

Palabra del Dia

rigoleto

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