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Actualizado: 20 de junio de 2025
Quiero servirla del modo que ella más gustare: su voluntad es la mía. Para con ella es de cera mi alma, donde podrá imprimir lo que quisiere; y para conservarlo y guardarlo no será como impreso en cera, sino como esculpido en marmóles, cuya dureza se opone a la duración de los tiempos.
Al anochecer se llamó el viento NNO fresquito, y le hice señal á la chalupa para venir bordo: á las doce de la noche le dí víveres, y órden para que á aquella hora se pusiese á la vela, adelantándose á Punta Rubia embarcar la cuarterola de aceite de lobo, que antes no habia podido por la dureza de los tiempos.
Era un mozo que andaría con los treinta años, no muy corpulento, pero de recia complexión; de pelo y barba cortos, negros y fuertes; de mirada firme, pero sin dureza; agradable de cara y de voz; muy sobrio de palabras; limpio, holgado y modesto de traje, y natural de un pueblo de los ribereños del Nansa. Esto fue todo lo que de él supe en aquella ocasión.
Y después de esta primera noche, las pasó todas en el estudio. Julio acabó por admirarle como un reflejo de su personalidad. ¡Lo que sabía aquel Argensola, venido de Madrid en tercera clase y con veinte francos en el bolsillo para «violar á la gloria», según sus propias palabras! Al ver que pintaba con tanta dureza como él, empleando el mismo dibujo pueril y torpe, se enterneció.
Esta prolongada agonía lo malea, quítale gran parte de su sabor, de la dureza de su carne; vese macerado de dolor, acontécele lo que se observa entre las bestias que mueren de alguna enfermedad. En tierra están reglamentadas las estaciones de caza, y lo mismo debe hacerse con la pesca, teniendo en consideración el tiempo en que cada especie se reproduce.
Sabedor de ellas Enrique IV, se trasladó á la ciudad para tranquilizarla; pero no logró sino enconar mas y mas los ánimos por haber tratado con igual dureza á los que hicieron armas contra él y á los que le fueron leales. El desacierto de Enrique IV era igual en todo.
Pero esto era lo menos respecto de lo que trabajaban en provecho de sus almas; porque la deshonestidad, la venganza, la embriaguez la barbaridad y otros mil vicios heredados con la sangre, crecidos con los años, y con la costumbre convertidos en naturaleza, era poco menos que imposible desarraigarlos de sus corazones; mas pudo tanto la incontrastable virtud del Altísimo y la fineza de un celo apostólico, que poco á poco se empezó á ablandar la dureza de corazones tan obstinados y á domesticarse la barbaridad de ánimos tan salvajes.
4 No fortalecisteis las flacas, ni curasteis la enferma; no ligasteis la perniquebrada, ni tornasteis la amontada, ni buscasteis la perdida; sino que os habéis enseñoreado de ellas con dureza y con violencia; 5 y están derramadas por falta de pastor; y fueron para ser comidas de toda bestia del campo, y fueron esparcidas.
Y me cubrió usted con su manta; no lo he olvidado... ¡Qué bueno fue usted! Es verdad que lo es usted siempre... En seguida cambió de tono y me dijo con una especie de dureza: Todo aquello pasó. Ha crecido usted, se ha hecho una guapa joven y ya no siento deseo alguno de hacer de nodriza. Se levantó y cerró la ventana, por creer que la noche estaba fresca. Y se marchó.
Entonces, no sólo pensó en que iba a perder en la estima de usted, sino que temió también ser causa de otros males al empujar a dos hombres a odiarse, probablemente a matarse. Ferpierre había hablado con mayor dureza aún, cual si el hombre que se hallaba en su presencia fuera el acusado, no el acusador.
Palabra del Dia
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