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Actualizado: 24 de junio de 2025
En el séquito descollaba el Reverendo Padre Fray Francisco Álvarez, elocuente y verídico historiador de la Embajada misma, a cuya narración nos remitimos, y alma además de las negociaciones diplomáticas, porque el tal don Rodrigo era muito parvo, si hemos de dar crédito a las hablillas y murmuraciones de sus subordinados.
Con los primeros hacía yo mejores migas que con los segundos, y asistía a todas las conferencias de Marcial. Si no temiera cansar al lector, le referiría la explicación que éste dio de las causas diplomáticas y políticas de la guerra, parafraseando del modo más cómico posible lo que había oído algunas noches antes de boca de Malespina en casa de mis amos.
Nadie se acordaba ya de las diplomáticas tiranteces entre los «pingüinos» y las «potencias hostiles». El doctor Zurita dio tarjetas a Maltrana y Ojeda. Su cortesía era un tanto ruda, pero ingenua, verdadera.
Reniego de la ciencia que inventa medios de destrucción declaró con gesto elocuente el Marqués . Por las vías diplomáticas pudieran las naciones resolver todas sus querellas. ¡La guerra! ¿De qué sirve la guerra? ¿Vale la pena de que perezcan miles de seres humanos por una cuestión que podría arreglarse con un pedazo de papel y una pluma mojada en tinta, puesta en manos de alguna persona que yo me sé?
Hablaba inglés y alemán, lo que le proporcionaba cierto prestigio misterioso, indiscutible, y cada vez que su partido era llamado al poder, su nombre figuraba el primero en la lista de ministros. Nadie osaba disputarle la dirección de las relaciones diplomáticas. Jamás se había sorprendido la más pequeña mota en su levita ni el más leve rastro de idea propia en sus palabras.
Entonces preguntó Desnoyers , ¿para qué tantas entrevistas diplomáticas? ¿Por qué interviene el gobierno alemán, aunque sea con tibieza, en el conflicto entre Austria y Servia?... ¿No sería mejor declarar la guerra francamente? El profesor contestó con sencillez: Nuestro gobierno quiere sin duda que sean los otros los que la declaren.
La vida diplomática tiene, es cierto, nobilísima esfera de acción, pero para un hombre de esas condiciones se asemeja a un suicidio moral. Porque si las funciones diplomáticas permiten disponer de ocios, es preciso llenarlos, y si no se les llena con la labor literaria, un temperamento demasiado activo corre peligro de emplearlos en apurar hasta las heces el cáliz de Capua, y ese cáliz es fatal.
La marquesa dio entonces el primer paso, diciendo con intención marcadísima: Sí... Parece que Biarritz es el teatro escogido para las negociaciones diplomáticas. Hízose Jacobo el sueco y contestó con tono doctoral de hombre político: Dudosas se presentan... No creo que cuaje ninguna... ¿Ninguna? preguntó riendo la marquesa . ¿Ni tampoco las mías?
Palabra del Dia
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