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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Dijimos al final del capítulo LV, que cuando Casilda, la doncella de Dorotea, anunció á su señora la llegada del duque de Lerma, la Dorotea escondió á Quevedo en su dormitorio, á fin de que pudiese oír su conversación con el duque de Lerma, y que luego, quitado de en medio cuanto podía parecer extraño al duque, se sentó en el hueco de un balcón, y se puso á estudiar su papel de reina Moraima.

¡Por Dios, Tere! exclamó la morena. ¡Cállate ! Ahora verá usted, Rodolfo: le dijimos que tocara, y tocó la «Sonámbula» de Talberg. ¡Jesús nos asista! ¡Qué «Sonámbula»! No, hija, no; no digas eso.... Ella toca sin expresión, sin compás... pero en cuanto a ejecutar... ¡ejecuta mucho! Ya quisieran muchos, de esos que se llaman profesores, ejecutar como Gabriela.

Todos acudimos a ella, la levantamos, la consolamos con palabras cariñosas; pero ella clamaba sin cesar: Mátenme de una vez. No quiero vivir. La señora doña María la perdonará a usted le dijimos. No, mi madre no me perdonará. Estoy condenada para siempre. Doña María, por largo tiempo llena de entereza y superioridad, comenzó a declinar y su grande ánimo se abatió ante espectáculo tan lamentable.

En El encanto sin encanto, como antes dijimos, ha utilizado Calderón un plan dramático de Tirso de Molina, si bien hemos de confesar, sin menoscabar en lo más mínimo la fama de tan célebre poeta, que, á nuestro juicio, el trabajo de su predecesor es de mucho más mérito que el suyo.

También ponía en ciertos paquetes rótulos que no entendíamos, porque eran ya locura manifiesta, y decían: Ruinas, o bien Fanatismo, Barbarie, Urbanización de Envidiópolis, Vidrios rotos, Sobornos, Subvención Personal, y así por este estilo. «¡Ay Dios mío! dijimos mamá y yo ; ya no tenemos marido, ya no tenemos padre. Este hombre está loco». Estuvimos llorando toda la noche.

Pocos paisajes habrá en el mundo tan hermosos como el que presenta el cuadro que se desarrolla desde Punta Patí, hasta las primeras casas de Agaña: unas cinco millas, las separan del puerto como ya dijimos; cinco millas, en que la vista se recrea con todas las maravillas de que el Creador dotó el suelo.

No creemos que, ántes de este último, haya ninguno publicado, ni en Europa ni en Filipinas, las letras própias de la Isla de Manila, como él las llama: su obra es hoy rarísima. Stanley, en su traduccion de la obra de Morga , publica este alfabeto que, dice lo tomo de la obra citada de Thévenot, y que es el mismo, como ya dijimos, que publicó M. Jacquet.

Necesitábamos hacer varias visitas: «¡Un carruajedijimos; pero un coche es pesado; un cabriolé será más ligero: no bien lo habíamos dicho, ya estaba mi criado en casa de uno de los mejores alquiladores de esta corte, sobre todo, de esos que llevan dinero por los que llaman bombés decentes, donde encontró, efectivamente, uno sobrante y desocupado, que, para calcular cómo sería el maldecido, no se necesitaba saber más.

Mendieta, que dijimos, fué dejado Del piloto mayor y marineros, Como era mozo mal considerado, Causò la muerte

En la rica y floreciente Valencia, que, como dijimos, poseía con anterioridad un teatro fijo, y que acaso al mismo tiempo que se prepararon para las representaciones escénicas los de la Cruz y del Príncipe, de Madrid, se dispuso con el mismo objeto un local nuevo y mejor arreglado, que se denominó El Corral de la Olivera , poco después de la aparición de Virués adquirió el drama igual carácter y forma, que conservó luego en su más brillante período.

Palabra del Dia

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