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Actualizado: 4 de mayo de 2025
Mi lectura, pues, con la esperanza de ver el mundo otra vez, no ha sido escasa, pero no provechosa: pues con incómoda habitación, malas digestiones y preocupado con las miserias de que he sido objeto, no he sacado tanto fruto aquí en dos meses como en un solo cuarto de hora en mi gabinete de estudio en Madrid.
Siempre he tenido una naturaleza muy enclenque, y he padecido casi constantemente... unas veces de uno y otras veces de otro... generalmente del estómago. ¿Malas digestiones? Sí, señor; siempre han sido muy difíciles. ¿Con dolores? No los he tenido hasta hace poco. Durante la niñez he padecido mucho.
Poco después, los dos amigos, cansado hasta el mismo don Víctor de confesiones, volvieron a la mesa, donde reinaba la dulce fraternidad de las buenas digestiones después de las cenas grandiosas. No estaba allí Anita. Salió Álvaro sin ser visto, por lo menos sin que nadie pensara en si salía o no, y entró de nuevo en el caserón. En la cocina seguía la algazara. Lo demás todo era silencio.
Y se echó a dormir. Padre Carantoña dijo Nazaria al despedir al fraile . Hágame un favor. Si ve a Rumaldilla en la tienda o jugando en la calle, dígale que suba. Aquella tarde sintiose la insigne carnicera bastante molestada de la dispepsia que padecía. Hallábase en disposición de abofetear a todo el género humano, porque las malas digestiones exacerbaban su carácter agrio y despótico.
Esta sucesion de efectos es notable con particularidad en los órganos genitales, la laringe y el tubo digestivo. En el fondo, la astenia es la que domina, puesto que las digestiones son lentas, fatigosas, el apetito venéreo está disminuido, y debilitada la circulacion de la sangre.
Y mientras ella llegaba, el capitán se entretenía, lo mismo que un burgués de tierra adentro, contemplando las cazas feroces y las laboriosas digestiones de estos monstruos.
El Azul de la Virgen mostrábase indignado por este incidente que turbaba la calma del claustro y la beatitud de sus digestiones de servidor de la iglesia feliz y bien cebado. Era una vergüenza que aquel zapaterín se hubiese aposentado en las Claverías con su pobreza y todo el rebaño de hijos tiñosos y miserables.
Este enfermo crónico comía con una voracidad pantagruélica, y para vencer la torpeza de sus digestiones caminaba a todas horas por el buque, ensalzando las ventajas de la marcha. Únicamente en el café se le veía sentado: el resto del día lo pasaba dando vueltas en la cubierta; y cuando la afluencia de gentes dificultaba su tenaz ambulación, circulaba abajo por los pasillos de los camarotes.
Palabra del Dia
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