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Actualizado: 7 de julio de 2025


Usted que es un hombre tan práctico.... Hay que advertir que todo este tiempo, el Padre Hurtado casi no había reparado en su interlocutor, pues mientras sostenía el diálogo, seguía haciendo números; pero al notar un leve acento de amargura o de reproche en la última frase del obrero, alzó la vista y lo miró fijamente por algunos instantes.

Aún no se habían perdido de vista, cuando Fabrice, que durante el sorprendido curioso diálogo cambiara con Pierrepont frecuentes y edificantes miradas, le preguntó a éste con la calma que le era habitual. ¿Quién es esta expeditiva señora, esta preciosa Mariana? Mi buen Fabrice dijóle el marqués , no es una señora, es una señorita. ¡Diablo! replicó vivamente el pintor . ¿Y la otra... Eva?

El gaucho levantó los hombros y contestó con frialdad, como si quisiera dar fin á este diálogo: ¡Me han atribuido tantos crímenes, sin poder probarme ninguno!... Continuó el baile en el «Almacén del Gallego» hasta las diez de la noche. En un país donde todos se levantaban con el alba, equivalía esta hora á las de la madrugada, en que terminan las fiestas de las grandes ciudades.

Con la emoción del encuentro los dos amantes habían olvidado toda prudencia, y empezaron á hablarse en el idioma del país. Luego se fijaron en los atletas que permanecían junto á ellos, dentro del retiro formado por el brazo del gigante, y creyeron prudente valerse de otro lenguaje. Gillespie oyó claramente cómo los dos seguían el diálogo en inglés.

Bueno... y ahora ¿qué se hace con perderse... con ir a la cárcel, mujer? Pero mujer... mira, considera.... No considero, no miro nada.... Este diálogo duraba mientras cruzaron las dos amigas el páramo de Solares en dirección al barrio de Arriba, por donde suponía Amparo que iba Baltasar acompañando a las de García hasta su casa.

La regularidad del plan de la última en nada se asemeja á las demás composiciones de Tirso. Don Guillén, favorito del conde de Barcelona, es dichoso con su amada y con su amigo; pero esta felicidad desaparece en breve con motivo de un diálogo íntimo entre ambos que él escucha, y cuyos motivos ignora, infundiéndole sospechas hasta el extremo de formar el proyecto de averiguar su verdad.

La canción de Vilinch era un diálogo amoroso entre el propietario de un caserío y la hija del arrendador, a quien trata de conquistar.

Hasta este punto el diálogo había sido de pie. Doña Blanca ni se sentaba ni ofrecía asiento al Comendador.

Jamás hasta entonces se preocupó del porvenir que cupiese en suerte a la mujer por él abandonada. Y ahora... ¡qué diferencia entre el estúpido diálogo en que estaba engolfado con su propio pensamiento y el que a tales horas pudiera tener con Cristeta!

La escena de la despedida los había enternecido y animado; la oscuridad de las calles, alumbradas con aceite, les daba un incentivo en su misterio, y en el cuchicheo de su diálogo se sentía el soplo de la pasión... de la pasión carnal de Nepo y de la pasión de... marido de Marta.

Palabra del Dia

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