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Actualizado: 30 de junio de 2025
Es imposible detenerse al pié del monumento á contemplar las magnificencias de su fachada principal, sin sentirse arrebatado por tan sublime concepcion y por las maravillas de sus esculturas; sobre todo si se recuerda que una mujer, Sabina Steinbach, contribuyó con su admirable cincel á embellecer la obra de su hermano y su padre.
El ascensor pasó ante el primer piso sin detenerse. Vamos á mi estudio dijo Alicia . Tú eres de confianza. Allí es donde como cuando estoy sola. Lubimoff se asombró del llamado «estudio», una vasta pieza que ocupaba gran parte del segundo piso, y en el que no pudo ver otros libros que los de un pequeño estante.
Esta confidencia fue necesariamente una operación lenta y difícil, porque la pobre elocuencia de Silas no era secundada por la facilidad de comprensión de Dolly, a quien su limitada experiencia del mundo exterior no le daba clave alguna de las costumbres extranjeras. A causa de esto, toda idea nueva era un motivo de sorpresa que los hacía detenerse en cada punto de la narración.
Mucho mas podria añadirse en esta materia; mas basta lo indicado para oportuno recuerdo de lo que en esta parte nos conviene y lo que necesitamos hacer, pues supérfluo seria, y aun molesto, detenerse á demostrar cosas que se hallan en este punto muy al alcance de todos.
Era, nos avergonzamos de decirlo, nada menos que detenerse en la calle y enseñar algunas palabrotas muy malsonantes á un grupo de niños puritanos, que apenas empezaban á hablar.
Por ella bajó sin detenerse a uno como invernáculo, donde crecían las plantas y las flores más aromáticas y extrañas, y en cuyo centro había una taza inmensa, hecha, al parecer, de un solo, limpio y diáfano topacio.
Todos miraban en la misma dirección, y Gillespie se creyó autorizado para volver la cabeza en idéntico sentido. Entonces vió, como á dos metros de su rostro, un gran vehículo que acababa de detenerse. Este automóvil tenía la forma de una lechuza, y los faros que le servían de ojos, aunque apagados, brillaban con un resplandor de pupilas verdes.
Pablito hallaba tan feo el ser asesinado por un des-conocido, que no quiso detenerse un minuto más en la romería. En cuanto salió a la carretera, donde le esperaba Piscis, montó a caballo, y se trasladó en un credo a la villa. El sol se estaba poniendo.
Acabó de detenerse el Goethe junto a un amplio muelle lleno de gentío. Entre las familias que esperaban a los pasajeros, vestidas todas de colores claros y con sombreros de paja, destacábanse algunos grupos de cargadores negros, que eran objeto de admiración para los niños y criadas de a bordo.
Grande fué la sorpresa del pilluelo cuando, siempre al lado del presunto comprador, llegaron á detenerse en la Capitanía del puerto. Allí fueron los sobresaltos y congojas; tanto que, á no estar muy listo el grave señor de las borlas, se queda sin su presa, que ya andaba en trazas de escurrir el bulto.
Palabra del Dia
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