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Actualizado: 18 de junio de 2025
Entonces el espíritu, libre de influjo externo, prosiguió su incansable labor, y comenzó a soñar disparatadamente, mezclándose y trabándose en sus desvaríos lo verosímil con lo imposible, y las reminiscencias de lo real con las locuras de lo imaginario.
En los altos cielos, espacios eternamente misteriosos y negados por siempre al pensamiento humano, allí donde solo llegan los desvaríos de la imaginación y los arrobos de la fe, resonaban dos voces de acento sobrenatural y prodigioso. La una era majestuosa, imponente y dulce sobre toda ponderación; la otra era voz humana, dignificada y ennoblecida por la santidad. ¡Pedro! dijo la primera.
Recibidlo con agrado, i á los demás discípulos de los Apóstoles. Dios os guarde. En Jerusalen á cinco dias del mes de Nizan.» Con esta carta apócrifa se alargan muchos escritores hasta referir otras patrañas i sucesos tan estraños, que por no manchar mi historia con la relacion de mas errores, locuras i desvaríos, paso en silencio.
Entonces, envidioso de esta dicha aun desconocida para mí, celoso de un rival imaginario, frenético contra la beldad incógnita que podría amar a otro que yo, me entregué a todos los desvaríos del furor, cual si existiesen en verdad para mi daño una mujer infiel y un amante preferido.
Quien quiera que los lea en sí mismos, conocerá que son mas sin comparacion los desvaríos que los aciertos. Faltóles la luz divina de la revelacion, con la qual pudieran haber disipado todos sus errores y tinieblas.
Cada año os haré una fiesta Por señal de mi alegría. ¡Oh bien sufrido tormento! ¡Oh bien lograda esperanza, Bien fundada confianza, Bien nacido pensamiento! Alegres pesares míos, Discreta y justa porfía, Cuerda y famosa osadía, Venturosos desvaríos.
Quedose como el combatiente de los cuentos de niños, a quien por obra de magia se le convierte la espada en alfiler y el escudo en dedal. El Delfín había entrado, desde los últimos días del 74, en aquel periodo sedante que seguía infaliblemente a sus desvaríos.
Por fin su imaginación enfermiza resumió todos aquellos desvaríos en esta pavorosa duda: «Si fuese fea... ¿me querría?» Jamás mujer bonita se ha hecho pregunta tan terrible. En estado de ánimo análogo al suyo debió de verse aquella dama que, perseguida con deseos torpes por un rey de Castilla, se abrasó el rostro para evitar la ocasión de su deshonra.
Consternadas hija y madre, gritaban pidiendo socorro a los vecinos. Pero Juliana, más valerosa y expeditiva, no pudiendo sufrir con calma los impertinentes desvaríos del desdichado Ponte, se fue hacia él furiosa, le cogió por las solapas, y comiéndoselo con la mirada y la voz le dijo: «Si no se marcha usted pronto de esta casa, so mamarracho, le tiro a usted por el balcón».
Además, aquello le parecía a él mismo tan increíble, que no se atrevía a abrir la boca. Y cuando se acostó en el pesebre que le servía de cama, en medio del establo, acabó por convencerse que Yégof había en otro tiempo domesticado una camada de lobos y que hablaba con ellos de sus desvaríos, como a veces se habla a un perro.
Palabra del Dia
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