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Senteme, pues, al aire libre mientras terminaba sus quehaceres, y me puse a escuchar con sosiego los acordes suaves de las guitarras y la vocecita destemplada del niño, que parecía un hilo que se retorcía en el aire. Una mujer sacó agua del pozo, y el chirrido de la polea hizo coro a las guitarras y al chico.

¿Si te habrás figurado , que por ser méica dejas de ser Gaviota repuso Momo , y que por estar recompuesta estás bonita? , ¡bonita estás con ese vestido blanco! Si te pusieras un gorro colorado, parecerías un fósforo. Y en seguida se puso a cantar con destemplada voz: Eres blanca como el cuervo, y bonita como el hambre, coloráa como la cera, y gorda como el alambre.

La verdad es que ella es una cursi destemplada.... Pero vamos a cuentas, Periquín: ¿no me dijiste que se quedó muy triste, y toda turulata, cuando él se fue y entró Miranda después? Pero ponte en el caso, ponte en el caso.... Miranda parecía la estampa de la herejía.... No, no quisiera verme en el caso exclamó Pilar riendo a carcajadas.

Para llegar á la Catedral me condujo la casualidad por la plaza del Mercado, y la impresion que me causó oir el detestable aleman que en dicho punto se habla, no podré describirla; solo recuerdo perfectamente que es tan áspero y gutural como la música mas destemplada y ronca.

El maestro, el escribano y Celesto abren un enorme misal de letras coloradas, lo colocan sobre el arca de la vestimenta, y con voz destemplada principian a cantar. Imposible que se diera algo más inarmónico y endiablado. Andrés, después de haberlos contemplado un rato con espanto, se refugió en la puerta y desde allí comenzó a explorar los rincones de la iglesia.

No le hacía ya maldito caso Zorraquín, y acariciaba el sable, como si fuera aquella arma necesaria para encaminar almas al cielo; movía alternativamente una y otra pierna, resollaba fuerte, se acariciaba la cerdosa barba, hasta que una destemplada voz sonó en la calle, gritando... «¡Zorraquín!» y tras esta palabra otra no muy edificante ni culta.

Grave y solemne la de la Parroquia; gritonas y disonantes las del Cristo; destemplada la de San Antonio, muy compasada y majestuosa la del convento franciscano. Otra vez la bulla, el vocerío, el cerrar de libros y el estrépito de gavetas. ¡Voy a ver a esos diablejos! dijo contrariado el anciano. ¿Me aguardas o te vas? Mira: ven una noche; de noche estoy aquí, no salgo nunca.

Su nuera aparece en el suyo, más desaliñada que nunca, con la cara roja como un pimiento seco y con la crin suelta, en medio de una espesísima nube de humo, ¡aparición verdaderamente infernal!; saca medio cuerpo fuera de la balaustrada, y con voz ronca y destemplada, grita, mirando al piso segundo: ¡Tía!...