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Actualizado: 27 de octubre de 2025


Al fin, descuidado y satisfecho, después de haber sostenido larga y acalorada discusión en el café, se retiraba el redactor en jefe del Faro hacia su casa, cuando inopinadamente le sale al encuentro el irritable teniente, que le dice con su voz chillona: Oiga usted, mocito, ¿quiere usted repetirme ahora las insolencias que ha dicho en el papelucho de don Rosendo? Tendría mucho gusto en ello.

Por ella, por Tónica, reñía con la planchadora, él, que era antes tan descuidado, deseando ostentar unos cuellos duros y lustrosos como el mármol; y con gran asombro de las hermanitas, se emancipaba de la dirección de la mamá, siempre tacaña con él, y se hacía un traje igual a los de su hermano Rafael. Todo iba bien: Juanito se encontraba más joven y fuerte.

Roger no había descuidado por su parte el diario ejercicio de las armas y podía considerársele como tirador no despreciable, ya que no de los primeros. Grande era el contraste que ambos combatientes presentaban: moreno y robusto Tránter, mostraba el velludo pecho y la recia musculatura de hombros y brazos, en tanto que Roger, rubio y sonrosado, personificaba la gracia juvenil.

Diego Ruiz, que estaba descuidado, Oyendo la gran grita y el mormollo, A la plaza salió, y despedazado El un punto le ponen en el rollo. Era, cierto, valiente y esforzado, Y bello sin ventara este criollo: Dañòle al fin la mala compañía, Que natural muy bueno le tenia.

La guerra le ofrece sus sacrificios, la muerte le paga su tributo; la vida de los hombres y sus innumerables dolores le pertenecen: es el alma de todo lo que existe. Gloria al grande Ariman. Su poder se estiende cada dia mas sobre la tierra: mis dos hermanos han ejecutado fielmente sus ordenes, y yo no he descuidado mi deber.

En las escenas siguientes, Lucano participa á su sobrina este paso de su padre, y ambos resuelven seguir su ejemplo, y dedicarse á la vida contemplativa. En esta fábula tan pobre, abundan groseros chistes de los criados de ambos sexos . El lenguaje de las comedias en verso de Timoneda es descuidado, y no exento de afectación.

Al año y medio cayó su partido y le dejaron cesante, pero él no se había dormido ni descuidado y había aprovechado tan bien el tiempo, que pudo volver y volvió, con no despreciables ahorros. Así podía esperar y esperaba sin sobrada angustia la vuelta al poder de su partido, para que le hiciese Director general, Ministro y quién sabe si Conde. Sus esperanzas eran grandes.

Muchas veces, cuando más descuidado caminaba el hombre invencible, el hombre de acero con el trueno al hombro, los indígenas caían sobre él, lo enlazaban entre las lianas de sus brazos, y juntos chapuzábanse en la laguna como racimo de miembros palpitantes, contentos de perecer a cambio de ahogar al blanco.

He aquí las flores. »¿Cómo se llaman? Los derechos del pueblo.» Y á lo mejor, cuando el lector estaba más descuidado, les soltaba ésta: «He ahí al tirano. ¡Maldito sea! »Aplicad el oído y decidme de dónde viene ese rumor vago, confuso, extraño. »Posad la mano en la tierra y decidme, por qué se ha estremecido. »Es el hijo del Hombre que avanza, decidido á recobrar su primogenitura.

Es tan escaso el conocimiento, que tenemos de la escenografía del teatro español, que serán bien recibidas las noticias siguientes: «Lo que estaba muy descuidado era la decoración del escenario, y todo lo relativo á la propiedad de la representación.

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