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Actualizado: 27 de octubre de 2025
Sintió la desconfianza del atleta que ha descuidado sus ejercicios y sospecha si no volverá á encontrar su antiguo vigor. El miedo ante la simple idea de un fracaso le devolvió la confianza. No era posible.... ¡Adelante! Al llegar á la ciudad subió por unas largas escaleras de piedra hasta las calles de Beausoleil.
»Sobre el perdón, podrás contar con mi gratitud, si, a más de devolverme cuanto antes el bien que me quitas, me le mimas y regalas como él se merece, todo el tiempo que ahí permanezca. »Mira que Braulio está muy delicado de salud. No le fatigues llevándole a cazar. Procura que se cuide, porque es muy descuidado. »Nosotras, Inesita y yo, estamos en Madrid divertidísimas.
Rafaela, que gustaba tanto de educar a los otros, no se había descuidado en aquellos últimos años, y singularmente desde que era gran señora, en formar su corazón y su espíritu, leyendo no pocos libros, sobre todo de novelas y poesías. Según vulgarmente se dice, se había hecho bastante licurga o marisabidilla. Con el inglesito hablaba de artes, de religión, de historia y hasta de filosofía.
El hecho de esta suerte se guiaba, Que llegado Salgado con su gente A donde D. Gabriel y el campo estaba, Seria recibido alegremente, Por el socorro y nuevas que llevaba: Y que despues, un dia de repente Marchando con los suyos el Salgado Revuelta sobre el campo descuidado.
¡Ah! exclamó Febrer poniéndose hosco, como si comprendiera de pronto toda la importancia de tales palabras. El muchacho, satisfecho de su superioridad, continuó dando consejos. Don Jaime debía vivir en adelante menos descuidado, cerrar la puerta de su torre, no hacer caso, apenas llegada la noche, de los gritos de fuera.
Y cuando más descuidado está el cazador, viene callandito por detrás una pulmonía de la finas, le apunta, tira, y me le deja seco. Madrid. Enero de 1886. Parte segunda Maximiliano Rubín i
¡Macha! gritó a su mujer. Acudió inmediatamente. Su faz era redonda y bondadosa; su cabello, descuidado, tenía un color impreciso. Llevaba en la mano un traje de niño, que ella confeccionaba. Bueno, ¿vas a comer? Voy a decir que calienten la comida; todo está frío. No, espera... Tengo que hablarte. Macha manifestó inquietud; puso sobre la mesa su labor y miró fijamente a su esposo.
El buen ingenio llevaba sobre sí las señales de la ruda actividad á que se había visto sentenciado desde su llegada á Madrid. Sus ojos estaban un tanto hundidos, su nariz parecía más afilada; la blanca golilla de su cuello estaba más de un tanto ajada, su traje descuidado y todo él descuadernado y lánguido que no había más que pedir.
De casa de tu tío... como siempre... Hoy me he descuidado un poco más. Cuando llegué a ese grupo de gente ya tú venías con los muchachos, pero no te conocí: me enteré de lo que era y quise también tener mi parte en la buena obra. ¿Dónde quiere V. que vayamos?... Yo pensaba llevarlos a un restaurant.
Y me río muy descuidado de la desdeñosa compasión con que hoy se mira á los tiempos de nuestros padres, porque éstos, en los suyos, también se reían de los de nuestros abuelos, que, asimismo, se rieron de los de sus antepasados; del mismo modo que nuestros hijos se reirán mañana de nosotros; porque, como es público y notorio, las generaciones, desde Adán, se vienen riendo las unas de las otras.
Palabra del Dia
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