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Actualizado: 29 de junio de 2025
Así, la observacion práctica me hacia ver el triste círculo vicioso de la política internacional, en que todos los hechos se enlazan de tal manera que cada Estado se cree condenado á ser suspicaz y desconfiado por la sola razón de que el vecino le da talvez el ejemplo.
De mérito singular, y quizás el más notable de todos los dramas religiosos que se han escrito en España, es El condenado por desconfiado, obra que lleva el sello de un sentimiento religioso singularmente enérgico y peculiar de aquella época, aunque á nosotros nos parezca extraño y casi inexplicable. Su objeto es exponer el contraste que hay entre la pusilanimidad y la fe.
Curioso y desconfiado por igual, todo le llama la atencion, pero lo observa todo con cautela y recelo.
Y entabla la relación; establecida la confianza, pronto la empresa habrá llegado a su término. ¿El individuó es desconfiado y avaro? El cuento que se prepara halagará su pasión predominante, y será no para que hable a su imaginación, sino a su juicio. ¿Es la víctima futura un imaginativo o un aventurero que quiere forzar la suerte?
Al rato otro se desperezó, restregóse los ojos caminando, y se tiró al agua. Pasó media hora; el sol iba cayendo. Sentí de pronto que me tocaban en el hombro. ¿Qué hora es? Las cinco respondí. El viejo marinero me miró desconfiado, con las manos en los bolsillos, recostándose enfrente de mí. Miró largo rato mi pantalón, distraído. Al fin se tiró al agua.
Aquella perpetua crítica ejercida sobre mí mismo, aquel mirar implacable, tan pronto amigo como enemigo, siempre molesto como un testigo y desconfiado como un juez, aquel estado de permanente indiscreción respecto a los actos más inocentes de una edad en la que se reflexiona poco, todo aquello me sumió en una serie de angustias, de dudas, de estupores o excitaciones que me conducía directamente a una crisis.
Finalmente, valsaba toda la noche con el capitán, hablándole con sonrisas y miradas incendiarias. Por muy reservado y desconfiado que fuese de Sontis, era imposible que resistiese mucho tiempo a tales demostraciones. Tal vez también recibió suficientes gajes para disipar sus aprensiones. De cualquier manera que sea, no tardó en participar de la pasión violenta que había inspirado.
Y, cosa rara en personas que han padecido mucho en la mocedad, no se tornó misántropo, ni egoísta, ni se le agrió el carácter. Era, en cierto modo, desconfiado y receloso, digamos mejor, cauto. Difícilmente le engañaban.
Anoche doña Catalina me dió una carta de la duquesa de Gandía para su padre, y su excelencia quiso atraerme á su partido creyéndome su enemigo. Se os presentó, pues, una buena ocasión de ceder. Si hubiera cedido, el duque hubiera desconfiado de mí. Vuestros hechos le hubieran convencido. Pues ved ahí, señora: de tal modo hablé con el duque, que hoy me cree más enemigo suyo que ayer.
El P. Jacinto, desconfiado como buen lugareño, no advertía el interés vivísimo con que su antiguo discípulo le interrogaba; y temiendo siempre una burla, una especie de examen hecho por el Comendador para pasar el rato, volvió á hablar un tanto picado, diciendo: Me parece que estoy archi-cándido. ¿Á dónde vas á parar con tanta preguntilla? ¿Quieres examinarme? ¿Piensas retirarme la licencia de confesar si no me crees bien instruido?
Palabra del Dia
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