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Actualizado: 11 de junio de 2025
La inconcebible temeridad de Santiago les sacó de su embarazo y no tuvieron más que una voz para alabar y felicitar al autor de aquel admirable plan de campaña, que vio, pero demasiado tarde, en qué peligrosa situación se había colocado. El Cielo le ha inspirado, Santiago, dele las gracias dijo el capitán.
Quiso hacerlo el ama de llaves; pero Fortunata estuvo más lista. La otra tomó su desquite, arrojando una observación de autoridad displicente a la cara de la entrometida. «Eso es, dele el cloral en vez del jarabe, y la hacemos...». «¿Pero no es esta la medicina?». Esa es, sí... pero podía usted haberse equivocado. Para eso estoy yo aquí.
Pero dele vuelta me respondió, siempre con los brazos levantados... Me levanté, y con la punta de los dedos, volví el libro para leer el título. Lea me dijo. Leí; Monsieur, Madame et Bebé. ¿Conoce? me preguntó, con una muequita llena de coquetería. ¡Oh! sí, es un poco antiguo ya le dije.
Entonces el enfermo, tembloroso y lívido, cruzó las descarnadas manos, humilló la cabeza sobre el agitado pecho, y con una voz que parecía salir del fondo de una sepultura, respondió a las palabras del sacerdote: Averte faciem tuam a pecatis meis: et omnes iniquitates meas dele.
Está diciendo mil disparates... por Dios, vea usted de reducirla... Dele algo para que se calme, aguardiente...».
77 Daban entonces las armas pa defender los cantones, que eran lanzas y latones con ataduras de tiento... las de juego no las cuento porque no había municiones. 78 Y un sargento chamuscao me contó que las tenían pero que ellos la vendían para cazar avestruces; y así andaban noche y día dele bala a los ñanduces.
Pero, hombre, cualquiera que le oyera a usted pensaría que Nieves había puesto sus ojos en algún foragido... ¡Caramba! dele usted a Leto el caudal del mejicano, y a ver si hay mejor acomodo que él para una chica soltera, en todo el orbe conocido... ¡Y como usted es pobre, gracias a Dios!... No es eso, señor don Claudio, precisamente... Mire usted: por de pronto, es una niña todavía...
Siguió caminando un rato en silencio, y por fin, sacando unos papeles del bolsillo, se los entregó diciendo con voz sorda: Si perezco, déle usted esto al señor Benito. Dos lágrimas asomaron a sus ojos al mismo tiempo. ¿El señor Benito el Rato? preguntó Peña. Don Rudesindo no le oyó. Se había escapado ya por la carretera adelante para ocultar su emoción.
432 Nos quitaron los caballos a los muy pocos minutos; estaban irresolutos; ¡quién sabe qué pretendían! Por los ojos nos metían las lanzas aquellos brutos. 433 Y déle en su lengüeteo hacer gestos y cabriolas; uno desató las bolas y se nos vino enseguida; ya no créiamos con vida salvar ni por carambola.
No creo que eso ocurra, señora aseguró el médico. Cuide en todo caso de que no se incorpore mucho... ¿Lleva siempre su corsé de yeso? Todos los días se le pone al vestirla, y todas las noches se le saca al acostarla. Que siga lo mismo. Y si llegara a excitarse demasiado, dele una cucharadita de la receta calmante que le prescribí la vez pasada. ¡Eso la postra!... Disminuya la dosis.
Palabra del Dia
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