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Actualizado: 16 de julio de 2025
El decoroso fausto del señor de la Lage; sus bandejas y candelabros de plata; su mueblaje rico y antiguo; la respetabilidad de sus relaciones, compuestas de lo más selecto de la ciudad; su honesta tertulia nocturna de canónigos y personas formales que venían a hacerle la partida de tresillo; sus criados respetuosos, a veces descuidados, pero nunca insolentes ni entrometidos, todo se le figuraba a don Pedro sátira viviente del desarreglo de los Pazos, de aquella vida torpe, de las comidas sin mantel, de las ventanas sin vidrios, de la familiaridad con mozas y gañanes.
Un vez depositado el cuerpo en la caja, el socio de Tennessee lo cubrió con una tela embreada, montó gravemente en el estrecho pescante delantero, y con los pies sobre las varas, arreó al jumento, avanzando el vehículo lentamente, con aquel paso decoroso que, aun en circunstancias menos solemnes, es habitual a tan inteligentes cuadrúpedos.
Es poco plausible y es casi imposible que un particular ó varios sostengan el teatro normal, porque debe ser sostenido con desprendimiento y sin que piense ganar dinero ni nada quien gaste su dinero sosteniéndole. Y es además menos decoroso que le sostengan particulares, porque el pueblo no ha menester, en el día, esta á modo de limosna.
Un piso bajo con grandes ventanas enrejadas, otro piso alto, y nada más; pero la casa ocupaba un perímetro inmenso y detrás tenía un vasto jardín bastante descuidado. El portal era chato y poco decoroso: la escalera de piedra toscamente labrada y gastada por el uso. El difunto marqués estaba pensando en una reforma cuando lo arrebató la muerte.
Después, aún se sentaba otro rato a confesar, y se iba a casa. Hasta la hora de comer, estudio, meditación, rezo. Después otra vez a la iglesia: rosario, enseñanza de doctrina, arreglo y aseo del templo. Desde que él llegó, éste comenzó a estar limpio y decoroso. Sin reprenderle, logró con el ejemplo, echando él mismo mano al plumero y a la escoba, que el sacristán cumpliese con su deber.
En vano fué que Lope hubiera cuajado de íntimos rasgos autobiográficos gran parte de sus obras, hasta el punto de que muchas de sus poesías no son otra cosa que un comentario lírico a sucesos de su vida: el amañado y artificioso retrato trazado por el autor del Para todos en las páginas del libro que queda citado arriba, en el cual, bajo la exuberancia de apologéticos ornamentos, trata de encubrirse, y aun desmentirse, lo que no parecía decoroso se supiera de las flaquezas y pecados del poeta, tuvo que ser tradicionalmente recibido como vera efigies de Lope de Vega.
No queda tiempo, ni éste es sitio para explicarse; pero como tú no has querido nunca venir a terreno mío... ¿Era decoroso? En fin, aprovechemos los instantes. ¿Cuál ha sido tu conducta desde que me fui a París? ¿Desde que me abandonaste en la fonda de Santurroriaga? Bueno, como quieras, te abandoné; de eso luego se tratará. ¿Qué hiciste?
Costeó un muy decoroso entierro á su amigo, le compró sepultura en el cementerio, hizo cuanto le fué posible para lograr la captura del asesino, que se había fugado, y procuró que á la viuda y á sus hijos no les faltase nada. Tales testimonios de cariñosa amistad concluyeron de subyugar á Soledad.
Si la dignidad de varón no se lo impidiera, seguramente su primer acto aquella noche hubiera sido coger por el moño á doña Paz y hacerle inclinar la cabeza hasta el suelo. Lo urgente y decoroso era suspender relaciones con aquel hombre fanático, que le parecía más repugnante después que se reunía descaradamente con los jóvenes exaltados, y hasta llegaba á darse el título de liberal.
Más bien era, en conjunto, un caballero grave, decoroso y de toda respetabilidad. Su color, que se extendía por toda la cabeza hasta su larga trenza, se parecía al de un hermosísimo papel agarbanzado y lustroso, y eran sus ojos negros y penetrantes. Tenía nariz recta y delicadamente formada, la boca pequeña, los dientes menudos y limpios, y cejas inclinadas en ángulo de quince grados.
Palabra del Dia
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